Crítica de «Cuestión de justicia»: Ruiseñores en el corredor de la muerte

Como es lógico, toda la intriga social y judicial está instalada en lo dramático y en el pulso entre lo noble de la defensa y lo mezquino de la acusación, o más certeramente, lo inhumano de la aplicación de la pena de muerte

Michael B. Jordan y Jamie Foxx en «Cuestión de justicia»
Oti Rodríguez Marchante

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El director de «Las vidas de Grace», Destin Cretton , se lanza aquí a una empresa aparentemente más «fácil», que es la de denunciar el racismo mediante la puesta en escena de una historia real ocurrida durante los años noventa en Alabama, en Monroeville, donde Harper Lee escribió «Matar a un ruiseñor». Un joven abogado negro de Harvard que se dedica a defender a convictos que esperan turno en el corredor de la muerte y cuyos casos presentan grandes lagunas judiciales. La intención y la mirada de la película son acentuadamente críticas con el lugar, la época y el sistema, y el magro del argumento se centra en la presentación de los personajes, el entorno y sustancialmente en el caso de Walter McMillian , un hombre sencillo, padre de familia y acusado del asesinato de una joven blanca…

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Cuestión de justicia

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Cuestión de justicia

La relación entre abogado y condenado es profunda e intensa, y las interpretaciones de Michael B. Jordan y de Jamie Foxx están orientadas a pulsar todas las teclas sensibles del espectador, pero son eficaces y están tan llenas de fuerza como de fragilidades emotivas. Como es lógico, toda la intriga social y judicial está instalada en lo dramático y en el pulso entre lo noble de la defensa y lo mezquino de la acusación, o más certeramente, lo inhumano de la aplicación de la pena de muerte (la «cuestión de justicia» lo es también para el tipo «bueno» al que fríen en la silla eléctrica por haber matado con una bomba a una chiquilla), y el director Destin Cretton no necesita de mayores efectismos que los que le proporciona su historia para envolvérsela «fácil» a la sensibilidad del espectador, aunque, a pesar de ello, prefiera no tirar del freno de mano a momentos y sentimentalismos, a subrayados o a clichés que no son muchos, pero sobran.

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