Crítica de 'Atrapados en la oscuridad': Terrible thriller, drama del montón

No es fácil recomendar alegremente 'Atrapados en la oscuridad', pues es una invitación a ponerse malo, colérico y a considerar una minucia la bofetadilla de Will Smith

Fotograma de 'Atrapados en la oscuridad'
Oti Rodríguez Marchante

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La primera película del neozelandés James Ashcroft tiene tela como para envolver la catedral de Burgos y tiene también dos partes bien diferenciadas, una buenísima y otra del montón. Parapetándose en el tópico, podría decirse que 'Atrapados en la oscuridad' va de más a menos, o sea, como casi todo, empezando por uno mismo. No ha pasado ni media hora de película, con una familia, matrimonio y dos hijos adolescentes, de viaje por el páramo neozelandés, y cualquier espíritu sensible tiene ya más desgarros emocionales que un becario de Médicos sin Fronteras, pues el guion, también de Ashcroft, se ha puesto completamente de uñas y ofrece un grado de villanía, angustia y violencia insoportables.

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Es un oscurísimo 'thriller' que plantea una sola línea argumental, y lo que ocurre, que es tremendo, son variaciones realmente violentas sobre esa línea y las consecuencias que tiene en los personajes. Todo ello, hasta que cambia con florituras psicológicas y se estanca y se relame con ellas, es una poderosísima y temible cámara que arranca de cuajo el horror, el miedo y la crueldad de los personajes, con cuatro actores sobresalientes, en especial la pareja villana, Daniel Gillies y el físicamente incomprensible Matthias Luafutu, un portento de lo amenazante.

No es fácil recomendar alegremente 'Atrapados en la oscuridad', pues es una invitación a ponerse malo, colérico y a considerar una minucia la bofetadilla de Will Smith …, pero también ofrece una visión ajustada de lo poderoso que puede ser el cine y del intercambio de fluidos buenos y malos que puede tener una película con su espectador. Dicho lo cual, y aunque suene paradójico, llega la parte más impostada y desacertada de la película para empeorarla pero también para que la audiencia se congracie con ella y le ponga algo de lógica, culpa y catarsis a la salvajada. Es decir, aquí lo que empeora también 'tranquiliza'.

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