Cultura

El definitivo viaje a casa

El féretro llegó de Madrid al Aeropuerto de Jerez y de allí viajó hasta el Santuario de la Virgen de Regla, entre aplausos, lágrimas y flores, donde fue velado toda la madrugada

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Copla negra la que sonó ayer en el silencio de Chipiona. El de ayer ya no era retorno de jolgorio, de soles blancos y saludos por la calle, de tardes apacibles de reencuentro de la artista con sus paisanos. Rocío Jurado volvía a su tierra, como en tantas otras ocasiones, pero todos sabían que esta era la última vez, la definitiva. Pero Rocío -ayer no existía otra en Chipiona- no regresaba para pasar unos días en su pueblo, ni para el enésimo 8 de septiembre de procesión con su Virgen de Regla. El último viaje lo hacía la chipionera para descansar para siempre en su tierra, un municipio de 18.000 habitantes que espera cientos de miles de visitantes doloridos para la jornada de hoy y al que ayer se le había ido la alegría con las letras de una esquela, no por esperada menos dolorosa.

El avión que transportaba los restos mortales de Rocío Jurado desde Madrid tomó tierra en Jerez a las 22,30 horas. Junto al aparato que transportaba el féretro, otros tres en los que viajaban su familia y allegados.

Para recibir a la comitiva, en el aeropuerto jerezano se encontraba el presidente de la Diputación Cádiz, Francisco González Cabaña, junto al alcalde de Chipiona Manuel García y el subdelegado del Gobierno, Sebastián Saucedo. También a los pies de la escalerilla, en las reservadas instalaciones del Aeroclub, las antiguas pistas militare, los hermanos de José Ortega Cano, sobrinos de Rocío, el guitarrista Paco Cepero, Tomás Terry, Fermín Bohórquez y el rejoneador Rafael Peralta, entre otros.

Pese al cordón formado por la Guardia Civil y la petición de que el público no acudiera al aeropuerto jerezano para facilitar la salida de la fúnebre comitiva, unas 500 personas se congregaron en el aeródromo y recibieron con una ovación, lágrimas y lanzamientos de flores a la chipionera.

La comitiva fúnebre partió hacia Chipiona para recorrer 35 kilómetros por carretera, compuesta por un autobús, al que le siguió el coche fúnebre y, detrás, un automóvil en el que viajaban el viudo, José Ortega Cano, la hija mayor de la artista, Rocío Carrasco y su pareja, Fidel Albiac.

A esa hora, cuando la caravana salía del aeropuerto jerezano ya eran más de 5.000 personas las que esperaban en Chipiona. La Avenida Rocío Jurado y los alrededores del Santuario de Nuestra Señora de Regla estaban llenos desde la caída de la tarde. La multitud tomó semejante magnitud que la comitiva se retrasó notablemente por el gran atasco que se había formado entre las localidades de Jerez y Chipiona.

Entre los que esperaban la llegada del féretro estaban alcaldes de toda la provincia, representantes de todas las instituciones. Ya en carretera, pero sobre todo en el término municipal de Chipiona, el coche que trasladaba los restos de la artista recibía una constante lluvia de flores. La entrada en el pueblo se produjo entre una multitud dolorida, entre balcones con crespones negros y locales cerrados por el luto. A las 11.15 de la noche se abrieron las puertas del templo. Los representantes públicos, algunos amigos, familiares y allegados entraron en el templo de forma discreta, por varias puertas. El obispo de Asidonia-Jerez, Juan del Río, aguardaba a las puertas y presidió, posteriormente, un responso por su alma.

Una hora después, llegaban los parientes que la habían escoltado desde Madrid, encabezados en un autobús por Rosario Mohedano y los demás sobrinos de la cantante, que devolvían con aplausos al aire el cariño de su pueblo.

Un dispositivo formado por Guardia Civil y Policía Local custodió los accesos, delimitados por vallas, iluminación extraordinaria y estructuras cedidas por el Ayuntamiento de Sevilla. Al otro lado de las vallas, sólo en la plaza, más de 2.000 personas esperaban con paciencia y discreto luto la llegada del coche fúnebre que llegó al lugar a las 00.45, tapizado por cientos de claveles arrojados por las personas congregadas por el recorrido. Ortega Cano, su hija Rocío y el novio de ésta, Fidel Albiac acompañaban al coche de manera más cercana y fueron recibidos con abrazos por amigos como Carmen Tello, Marcos García Montes, Curro Romero, Antonio Burgos, Isabel Pantoja o Teófila Martínez.

A hombros

Ante el coche fúnebre, esperaban firmes una veintena de costaleros de las hermandades del Cautivo y el Cristo de la Misericordia, dispuestos a llevar en hombros los restos mortales de la cantante. «Ella nos ha aplaudido tantas veces al llevar a la Virgen cuando la parábamos ante su casa... Ahora le devolvemos el homenaje», dijo José Antonio Vázquez, capataz del paso de la Virgen de Regla.

Bajo el estruendo de una ovación cerradísima, tomaron el féretro con mezcla de decisión y cariño, lo cargaron al hombro y lo mecieron durante un giro entero, de manera que pasó de frente al público emocionado, que siguió aplaudiendo. La tensión emocional, acumulada durante todo el día en una localidad que vivió la pérdida pegada a la televisión, aumentó a medida que los restos de la artista subían las escaleras y se escucharon, vivas, oles y gritos de guapa o ¿Eres la más grande!. Una vez que el féretro se introdujo en el templo, los congregados se organizaron en una gran cola para poder pasar dentro y dar un íntimo adiós a su admirada antes de llevarla, hoy, a hombros hasta el cementerio de su Chipiona natal, donde será enterrada en una ceremonia íntima.

A la 01.15 se abría definitivamente la capilla ardiente al público. Muchos aseguraban que entrarían a cualquier precio, aunque les supusiese no pegar ojo.

Todo valía por rendir tributo a su Rocío, que dejó sus calles con la alegría y la humildad de la adolescencia y regresaba ayer, décadas después, a casa. Para siempre, con honores de reina.