ESPECTÁCULO. La magia del Real encandiló a todos.
EL PUERTO

Un ave fénix de luz y sonido despide la Feria de 2006

El espectáculo pirotécnico de anoche fue contemplado por miles de asistentes que aguantaron bailando hasta el final

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No podía ser menos. Como todos y cada uno de los lunes de esta fiesta, los fuegos artificiales volvieron a despedir un año más la Feria de Primavera y del Vino Fino para poner una nota de color y nostalgia a un evento que finaliza como el ave fénix: sucumbir para resurgir más fuerte y vivo de sus propias cenizas.

El piro musical volvió a eclipsar el corazón de todos los espectadores ya fuera desde el recinto ferial, casas de los alrededores o gran parte de las azoteas de la ciudad.

De hecho, los asistentes quedaron gratamente sorprendidos cuando los fuegos artificiales comenzaron, acompañados de un láser que surcaba el firmamento, con la música de una popular canción vasca, un guiño a la provincia a la que está dedicada este año la Feria, Vizcaya.

De hecho, Hernán Díaz, alcalde de la ciudad, reseñó: «Dedicar este evento cada año a una comunidad autónoma diferente ha sido uno de los grandes aciertos, pues de esta manera se permite a los portuenses acercarse en su fiesta local a la gastronomía y sentir de las diferentes regiones de nuestra nación». Además, matizó: «si esto sigue así, dentro de varios años esta fiesta se va a denominar, la Feria de todos los rincones de España».

Tras los primeros fuegos, las 200 candelas y las 50 carcasas hicieron su aparición de una manera atronadora a la vez que brillante. Las diez horas de intenso trabajo que habían hecho falta para preparar las 180 líneas de fuego que componían los fuegos, estaban dando sus frutos con las caras extasiadas y los «oes» que se daban con cada fuente de luz más radiante o cada carcasa que llegara más lejos.

La sincronización perfecta, entre música y fuegos, estaba a cargo de Juan Torralba, encargado de la empresa de pirotecnia que se hizo cargo del diseño de la exhibición y que dice estar metido en este mundo «desde el día que nació».

«El montaje del espectáculo es la parte más dura de este negocio. Ante un sol áspero, hay que trabajar durante 10 ó 12 horas a contrarreloj y con un rigor y presión extrema ya que no se puede cometer ningún fallo para que todo quede perfectamente sincronizado, entre el fuego y la música» explicaba Juan, horas antes de que tuviera lugar la función.

Y así fue. La música, compuesta en su mayoría por bandas sonoras de películas conocidas y alguna que otra pieza clásica, se entrelazaban con los fuegos, que parecían danzar, a su vez, con el ritmo de las melodías.

La multitud se encontraba enfervorizada con la cascada de fuegos que iba cayendo del cielo a un ritmo cada vez más frenético y una cadencia cada vez más marcada.

Y es que esta fiesta ha provocado todo tipo de hechizos. De esta manera, las 45 toneladas de vidrio que se han recogido en el recinto de Las Banderas a lo largo de las seis noches y cinco días que ha durado el evento deben de haber ayudado bastante a prolongar este encantamiento de la Feria Portuense.

Finalmente, los 18 minutos de sonado y admirado espectáculo pirotécnico llegó al final con una gran traca final, que hizo las delicias del respetable.

Después, todo quedó en silencio, la gente volvía a la realidad después de una función tan intensa. Se miraron los unos a los otros y comenzaron a moverse, perdidos en la multitud, lamentándose en voz alta, que un año más, la fiesta había llegado a su fin.