DESCALZOS. El cofrade de la Flagelación, Enrique de Mora, ante el azulejo de su virgen, la Amargura.
Jerez

El hito de un cirujano que dio la vuelta al mundo

Entre 1920 y 1979 se rotuló con el nombre del prestigioso médico jerezano D. Fermín Aranda y Fernández Caballero

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Medina se abre como una amplia avenida cuando llegamos al cruce de María Jesús Tirado, calle Descalzos y calle Cartuja.

Es una vía que ha renovado sus comercios y que ha rejuvenezido con el paso de los años. Una calle con historia, con caché y amargurista de los pies a la cabeza.

Fue una calle donde predominaron los bazares y comercios regentados por magrebíes después del boom de la inmigración en los años ochenta y principios de los noventa por parte de nuestro vecinos del sur.

El Teatro Villamarta abre las puertas de esta corredera, en la que predomina el color azul.

Los camerinos y la entrada al escenario se encuentra por esta calle. A sus pies el local de la Federación de Peñas del Xerez CD. Al entrar nos encontramos con un hombre que es un emblema de la ciudad; Armando González Borrachero, sastre para más señas y Medalla al Mérito del Trabajo, la cual luce en el ojal de su chaqueta y a quien no le falta su copita de jerez en la mano.

Aunque el vive en la calle Mora, su paseíto diario es a este local del xerecismo. «Soy el socio número seis del Xerez, pero como no sé si ha caído alguno en estos días, lo mismo soy el quinto o el cuarto», comenta con una sonrisa pícara. Genio y figura.

Tras la barra del local se encuentra una jovencita Esperanza Montaño Reguera. Abre a diario las puertas de la federación mañanas y tardes y siempre atiende al cliente con diligencia y amabilidad.

«Siempre he venido a esta calle de compras porque hay muchas tiendas, aunque vivo por Santiago, pero desde hace un mes trabajo aquí, así que ahora lo tengo todo más cerca Es una calle muy bonita y con mucho movimiento. Aquí vienen a diario mucha gente».

Reyes Montaño Roldán no recibe en su tienda, Pleximar, una tienda de decoración y artículos para el hogar: «Es una calle muy bonita, pero está asquerosa. Las aceras son estrechísimas y la gente no puede ni caminar, además el pavimento está casi siempre levantado, pero funciona bien porque es una calle con muchos comercios y con mucha vida».

Subimos hacia arriba y entramos en Tintorería Pina. Lleva abierta desde 1839 con el nombre de Tintes Luis Gutiel y desde 1934 lleva el actual nombre gracias a Juan Piña Burgueño, que se hizo cargo del negocio y a lo largo de estos años siempre ha estado en manos de la familia. Quizás, de los comercios más antiguos de la ciudad.

Tras el mostrador está José María Gutiérrez Marín. «Llevo aquí desde no sé cuánto tiempo. Cuando llegaba del colegio apartaba los libros y me ponía a despachar».

Sobre el futuro comercial de la calle, José María asegura que «hemos visto abrir y cerrar muchos negocios. Alquilar un local en esta calle es muy caro, carísimo, y además el Ayuntamiento no pone mucho de su parte y también ahoga a los comerciantes. La suerte que tenemos es que el inmueble completo es nuestro, aquí trabajamos y aquí vivimos».

Según José María «esta calle necesita más vida como la calle Larga. Más locales y más bares serían necesarios».

José María nos explica la utilidad de un caldero que hoy sirve como fuente en el interior del establecimiento. «Debajo se ponía los maderos para hacer hervir el agua. Después el tinte se mezclaba en un bote y se le echaba al agua ya con la ropa y remover para arriba y para abajo. En este caldero han sido muchos los lutos a los que se le ha hecho el tinte».

En una calle con teatro, no podía faltar una tienda de música. Álvaro Campelo Veiga abrió esta tienda hace siete años, un local que antes ocupó el Bar Maxi. Malamúsica «no es un Carrefour», asegura su propietario. «Me he tenido que especializar por que es escandaloso lo del pirateo, así que importo prácticamente todo el material que oferto a los clientes».

Álvaro se decidió por calle Medina cuando abandonó Cádiz por su cercanía con el Teatro Villamarta, además «habían otras tiendas de música y la competencia era buena, ahora han desaparecido algunas de ellas, pero el tránsito de personas es abundante y eso es bueno».

Hacemos un pequeño descanso en Colchonería Prieta. En esta calle, Prieta, estuvo el establecimiento durante 29 años y hace dos que «nos vinimos aquí», comenta Sara González Rodríguez. «El paso a esta calle ha sido mucho mejor. Lo único negativo es que faltan aparcamientos y que venga mucha juventud. La gente sólo quiere las grandes superficies. Los jóvenes se han ido al extrarradio y como no hay sitio para aparcar no vienen por aquí».

Ignacio Moreira trabaja en la recepción y en el bar del Hotel Joma. Una empresa familiar que lleva casi cuarenta años en la calle Medina. «Un hotel que está animado todo el día, no te aburres nunca y está en un sitio importante de la ciudad», comenta Ignacio mientras nos aclara que el «bar es sólo para clientes». Nuestro gozo en un pozo.

«Nos visitan gente normal y formal, de todos los sitios del mundo, pero sobre todo en temporadas altas, el Festival de Flamenco, las motos, la Feria...».

Ignacio asegura que es una calle con mucha animación ahora en verano por las noches, pero «en invierno cuando oscurece tan temprano, en el momento en el que cierran los comercios es otra historia. Deberían de abrir más bares, sería mejor para esta calle».

A la altura de Los Descalzos, sede canónica de la cofradía de La Flagelación, nos encontramos de bruces con un ilustre vecino de la calle Medina y cofrade amargurista por los cuatro costados: Enrique de Mora Molina.

Vive en el número 31 desde hace más de veinte años: «Me encanta vivir en esta calle. Tiene un regusto cofradiero excepcional», nos asegura mientras da un paseo a su perro.

«Lo único malo es que han quitado todos los árboles. Antes era más sombría, ahora sólo en esta parte de la calle quedan apenas algunos», asevera.

Por último nos presentamos ante Nuria Rubiales Domínguez, acaba de abrir la segunda oficina de viajes, EstivalTour, junto a su socia Mari Paz Ramos Galisteo. Dos jóvenes emprendedoras que apostaron desde el principio por la calle Medina para mandar a los jerezanos a recorrerse el mundo. «Nos decidimos por esta calle por el paso continuo de gente y te aseguro que hemos acertado de pleno, va incluso mejor que la otra oficina que está en el centro comercial Jerez Plaza», atestigua Nuria, mientras añade que «es pequeña, pero matona».

Medina es la corredera por ser la que llevaba a los viajantes a la vecina localidad de la serranía gaditana, y figura como tal en las actas de 1566 y en los padrones de 1606, nos recuerda Pepe Cirera en su obra sobre la historia de Jerez.

Desde 1920 hasta la llegada de la transición llevó el nombre de D. Fermín Aranda y Fernández Caballero, uno de los médicos más afamados de nuestra provincia, nacido en 1866 en calle Corredera.

Desde 1899 hasta el día de su jubilación se encargó de la plaza de cirujano en el Hospital de Santa Isabel de Hungría (calle Merced). Se dio a conocer tras realizar en 1916 una operación a un joven de 14 años a corazón abierto salvándole la vida tras recibir éste una puñalada en el transcurso de una pelea. Este hecho histórico dio la vuelta al mundo.

Tras la vuelta a sus orígenes, el Ayuntamiento decidió rotular con el nombre de Fermín Aranda la calle que se encuentra frente a la Real Escuela del Arte Ecuestre.