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Breve historia del niño rebelde que ató su destino a una máquina de escribir

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A Mario Vargas Llosa sólo es posible definirlo desde su vocación de escritor. Es el «autor, autor» de David Lodge: el prototipo de genio nato, comprometido con su destino literario, que ha guardado fidelidad a su propósito creador a lo largo de toda la vida. Una vocación que, como confiesa en sus memorias El pez en el agua (1993), surgió inicialmente como una rebelión contra la autoridad paterna, pero que pronto se convirtió en la temprana certidumbre de que su destino iba a estar marcado por el rítmico y adictivo tableteo de una máquina de escribir.

Nacido en la ciudad peruana de Arequipa, en 1936, Mario Vargas Llosa no conoció a su padre hasta los diez años. Sus padres habían permanecido separados desde su nacimiento, y el episodio del reencuentro afectaría de forma definitiva el destino de este niño, que no quería cambiar los mimos de su madre por una férrea disciplina. Esta circunstancia le hizo descubrir pronto algo que él mismo suele considerar como segundo gran móvil de su existencia: el ansia de libertad. Años más tarde reflejaría magistralmente esos conflictos en la novela que lo dio a conocer internacionalmente, La ciudad y los perros, con la que obtendría los premios Biblioteca Breve y de la Crítica. Las primeras experiencias con la escritura llegaron a través de su trabajo como columnista en varios periódicos locales de Lima. Entabló una larga relación amorosa con su tía política, Julia Urquidi, con quien se casó en 1955, y junto a la que viajó a Europa en busca del terreno que consideraba más estimulante para su ya decidida carrera de escritor. Surge La tía Julia y el escribidor (1977), una polémica ficción autobiográfica sobre su primer matrimonio. En la actualidad, tras su participación como candidato a la presidencia de Perú en 1990, Vargas Llosa se dedica de forma plena a la literatura, que compagina eventualmente con los artículos que publica en diversos periódicos. Entre las más importantes distinciones que ha recibido -sólo entre las concedidas a la literatura en lengua española- figuran el premio Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986) y el Cervantes (1994). Nacionalizado español en 1993, Mario Vargas Llosa añade, desde enero de 1996, a su actividad como escritor plural, la de miembro de la Real Academia de la Lengua.