MAYORÍA. Unas 23.000 extranjeras, junto a temporeros españoles, han recogido los fresones este año.
ANDALUCÍA

Campaña con acento eslavo

Más de 23.000 mujeres, en su mayoría de los países de Europa del Este, finalizan este fin de semana sus contratos en los pueblos freseros de Huelva

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Ulka se pregunta por qué nadie le dijo estas cosas cuando llegó a Huelva, el pasado mes de octubre. Ahora, cuando está a punto de hacer las maletas, se entera en una reunión sindical de cómo y cuándo debe cobrar horas extraordinarias. No se queja, en líneas generales, del trato que ha recibido, pero siempre queda la duda de si se podría haber llevado más dinero a casa.

En realidad, los 33 euros por día que recibe esta polaca de 24 años es casi el triple de lo que ganaría por una peonada similar en su pueblo, en la región de Olsztynskie. Ulka hizo el petate junto a sus amigas Agatha y Agnieska para iniciar una aventura de tres meses en el sur de España, en Lepe, un pueblo que sólo conocían por la referencia de otra compañera que hizo este mismo viaje en 2002.

Esta joven eslava, a la que le delata el inusual moreno en su tez y en sus brazos, firmó un contrato en su país, supervisado por las autoridades española y polaca, con una empresa fresera que le paga el mismo salario que a cualquier otro trabajador sujeto al convenio colectivo del campo en Huelva. Ella forma parte de ese contingente de más de 23.000 mujeres que se han encargado, junto a otros miles de jornaleros españoles, de recoger las casi 200.000 toneladas de unos fresones que degustarán más en Francia y Alemania que en España.

Ulka, que asiste hoy a un seminario organizado por CC OO con la colaboración del Ayuntamiento de Lepe, ya sabe que el año próximo, si quiere repetir la experiencia, no tendrá que firmar ningún contrato previo en Polonia y que, además, podrá probar suerte en otros sectores ajenos a la agricultura. Los ciudadanos polacos ya gozan de los mismos privilegios en cuanto a libre circulación y contratación que el resto de países de la Unión Europea.

Explicaciones

Es martes, y en el salón de actos de la comunidad de regantes Piedras de Guadiana unas 30 mujeres de varias nacionalidades escuchan a David Díaz, responsable de CC OO de Huelva, que les explica que si el patrón quiere que sigan recogiendo fresas más allá de las seis horas y cuarenta minutos que marca su jornada laboral, deben pagarles horas extras, lo mismo que han de reclamar un plus si trabajan en sábado, domingo o cualquier otro festivo.

Los empresarios que contratan a estas recolectoras -la mayoría llegadas desde Polonia, Rumania, Bulgaria y Ucrania- saben que, ademas de abonar el salario correspondiente tienen que hacerse cargo del coste de viaje de ida y de vuelta (se suele hacer en autobús) y del alojamiento.

Alojamiento digno

Irina es rumana. Recuerda que tardó más de dos días en llegar desde su ciudad, Timisoara, hasta Huelva. Encontrar el transporte es bastante sencillo. La compañía de autobuses en la que vino une 30 ciudades rumanas con Huelva, con vehículos que salen cuatro días por semana. Casi siempre van llenos.

El complejo en el que viven está situado a unos dos kilómetros del centro de Lepe, por lo que cada vez que necesita algo del pueblo debe ir caminando. Dice que está limpio, aunque comparte dormitorio con otras diez mujeres. Cada una de ellas tiene su litera. Hay agua caliente, cocina amplia y comedor. Austero, pero limpio.

Javier Cepero, del colectivo Huelva Acoge, es el autor del informe más exhaustivo que se ha realizado sobre las condiciones de vida del colectivo de temporeros inmigrantes durante la campaña fresera en la provincia onubense. En dicho trabajo, que contó con el apoyo del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Cepero destaca que las mujeres de Europa del Este están teniendo más suerte que inmigrantes magrebíes o subsaharianos a los que se les había negado con anterioridad el alquiler de casas en los núcleos urbanos cercanos a las plantaciones.

La situación de estos alojamientos, según este dossier, se puede considerar por lo general como aceptables, aunque las usuarias se suelen quejar de que las situaciones de hacinamiento -hay casas en las que pueden vivir hasta 20 mujeres- provoca pérdidas importantes de tiempo en tareas domésticas como hacer la comida o asearse.

Adaptación

Rubias, jóvenes y simpáticas. La llegada masiva de trabajadoras polacas a partir de 2002 provocó una especie de revolución en varios de estos municipios. Muchas de estas mujeres encontraron pareja que, a veces, sólo duraba el tiempo del contrato, aunque en otros casos ha derivado en bodas. En cualquier caso, no existe una estadística concreta sobre este tipo de uniones. Las féminas europeas, sobre todo las eslavas -polacas, ucranianas o búlgaras-, son mejor acogidas por la sociedad de estos pueblos que las prefieren a mujeres de otros continentes. Los desencuentros, sin embargo, aparecen cuando menos se esperan: «Los niños por la calle me cogen el culo, en qué país de Europa hacen eso los niños», se lamentaba una trabajadora.

Y es que en el ambiente de estos municipios se denota cierta tensión sexual. Hay discotecas que abren todas las noches y que sólo cuentan con dos tipos de clientes: Agricultoras extranjeras que buscan un lugar para divertirse después de una larga jornada de trabajo y hombres -jóvenes y menos jóvenes- que acuden con la esperanza de ligar.

Barrera idiomática

El idioma es un problema, sobre todo los primeros meses de estancia, aunque las eslavas tienen mucha facilidad para aprenderlos. El informe de Huelva Acoge contiene algunas entrevistas esclarecedoras con lugareños que llegan a afirmar: «Las polacas están muy buenas». «Sólo quieren sexo». «Se enrollan contigo y después te dejan». «Trabajan en sujetador». Pero más allá de cuestiones sexistas, los empresarios están encantados con esta mano de obra: Tienen más habilidad y delicadeza para coger fresas. Esta es la principal cuestión que esgrimen los patronos. Ayuda el que estas mujeres tengan menos posibilidades de acceder a un puesto de trabajo en sus países de origen.

¿Cómo es el proceso de selección? Comienza en Andalucía, con la convocatorias de la Mesa de Migraciones. La forman representantes de los empresarios del sector, de las dos grandes centrales sindicales, de la Junta de Andalucía y del Gobierno central. Cuando se llega a un acuerdo de qué numero de jornaleros se necesita, se envía la propuesta a la Dirección General de Inmigración. Superado este trámite, entran en liza los organismos de los países de origen. Cuando todo está preparado, una comisión empresarial se desplaza a los lugares elegidos, donde se procede a la selección, formalizando los contratos y organizando los viajes.

Superación

Victoria es ecuatoriana. Llegó a España hace ocho años. En Lepe lleva cuatro. Comenzó en la fresa, pero hoy es agente de una compañía de seguros. «Mi lema ha sido siempre el de esfuérzate y sé valiente, quejarse no sirve de nada», comenta Victoria, que ya ha logrado reunificar su familia, con la llegada de su esposo y de su hijo.

Trabajo y ahorro. Con estas armas ha logrado dar la entrada para una casa en Lepe. La sonrisa de satisfacción que le produce dar esta buena nueva se borra al recordar el sufrimiento que ha pasado. «En todos lados nos decían que no, me pedían avales como si yo fuera la dueña de una empresa o me ponían mala cara», comenta. La petición más insospechada aún no había llegado: «De pronto alguien me dice que para que yo me pueda comprar una vivienda, como no nací en un país de la Unión Europea, debo pedirle un permiso al Ministerio de Defensa de España, porque Lepe está en una zona estratégica», apostilla.

Victoria confiesa que ese golpe fue muy duro, pero que pudo sobreponerse gracias al propietario de una inmobiliaria lepera. «Mario Serrano, dueño de Ok Inmobiliaria, nos dijo que nos nos preocupáramos, que él lo arreglaba todo, y así fue». Hoy existen varias agencias de la propiedad que exhiben carteles con servicios específicos para emigrantes.