Cultura

«No podíamos dejarla sola, se lo debemos»

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«Chipiona tenía que estar hoy aquí». «Se lo debemos a Rocío y no podíamos dejarla sola». Pocos en Chipiona se quedaron al margen de los últimos instantes de la más grande en la ciudad que la vio nacer. Bajo un sol precoz de agosto, que compensó el frío de la noche de su llegada a Chipiona, los seguidores abarrotaron la plaza del Santuario de Regla durante la celebración de la misa funeral y acompañaron el cortejo fúnebre hasta el Cementerio de San José entre constantes muestras de cariño. La temperatura fue tal que Protección Civil repartió botellines de agua mineral para evitar algún tipo de malestar físico.

Se esperaba una incontrolable marea humana, pero finalmente la multitud se mostró ordenada. Era posible aparcar, ir, venir y acceder a cualquier lugar gracias al exquisito comportamiento de una población respetuosa con su mito, con el momento y con todos los que se acercaron.

El dispositivo de seguridad preparado era similar en número al que rodea el Campeonato de España de Motociclismo en Jerez, con más de 185 agentes de la Guardia Civil. Finalmente, resultó innecesario, dada la colaboración popular reinante en cada momento.

Pese a la calma, la conmoción alteró la vida cotidiana de los vecinos: «El colegio, el trabajo y la comida pueden esperar hoy. Lo único importante es estar con ella», decía Carmeli. Una amiga suya Fina, había llegado desde Alcalá de Guadaíra (Sevilla) el día anterior para asistir a la capilla ardiente.

Cada cual cargaba con su melancolía: «La conocimos hace más de diez años en la Romería del Rocío, nos habíamos perdido y nos la en-contramos de golpe, se portó muy bien con nosotros porque era una estupenda persona y estuvimos un rato cantando y bailando», recordaba Toñi entre lágrimas después de ver pasar el cortejo. Años más tarde, se la volvió a encontrar en un concierto «y todavía me recordaba. Por eso, hubiéramos ido a verla aunque se hubiese enterrado en Ma-drid», subrayaba. No fue necesario. Fue a descansar a su tierra natal.