Los polacos arroparon a Benedicto XVI en su primera visita a la patria natal de su antecesor, Juan Pablo II. / AFP
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El Papa dice en el pueblo de Wojtyla que espera que «pronto» sea santo

600.000 jóvenes se vuelcan en recibir a Benedicto XVI en Cracovia

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Según Goethe, quien quiera comprender a un poeta tiene que ir a su pueblo. Ratzinger citó ayer esta reflexión de su compatriota para explicar su visita a Wadowice, localidad natal de Juan Pablo II. El tirón turístico de esta pequeña población, que de otro modo carecería del menor interés, ha crecido tras su muerte. En el último año ha recibido medio millón de visitantes, según la oficina de turismo instalada frente a la casa familiar de Wojtyla, en lo que era la tienda donde compraba la leche. En el mostrador se apilan folletos de hoteles, restaurantes y hasta de un centro estético.

El municipio ha creado una 'ruta Karol Wojtyla' por los lugares de su infancia con nueve puntos, desde su casa a su colegio. Los itinerarios también se extienden al resto de la región de Malopolska, incluidos los montes Beskid Sadecki y los Tatra, donde solía ir de excursión. Hay un largo sendero a pie, marcado y con carteles informativos, que recorre sus parajes favoritos. Otra ruta sigue algunas de las 150 tradicionales ermitas de madera típicas de la región -cuatro de ellas protegidas por la Unesco-, muy amadas por Wojtyla. Por fin en Cracovia se ha visto y palpado una emoción colectiva por la llegada del Papa, después de la tibieza que dominó los primeros dos días de visita en Varsovia, encima estropeados por la lluvia. A diferencia de la soledad absoluta que reinaba por la noche en las calles de la capital polaca, la del viernes en Cracovia era un hervidero de excursiones de jóvenes guiados por curas, hileras de scouts u otras organizaciones juveniles de uniforme con guitarras y pancartas, decenas de grupos de monjas con gafas, frailes con mochila y familias de todo tipo pertrechadas de banderitas vaticanas. Toda una movilización general. La excitación y las prisas podían ser las que preceden a la inminente aparición de un ídolo del rock y la hermosa plaza del Mercado estaba a reventar sólo porque Benedicto XVI se iba a asomar a saludar desde el Palacio Arzobispal, como hacía Juan Pablo II. Cracovia estaba acostumbrada a repetir estos rituales periódicamente -fueron nueve viajes de Wojtyla a Polonia- y lo ha repetido con Ratzinger.

En los rostros de la gente se ve que, a diferencia de muchas de las sociedades occidentales y tras forjarse en la resistencia al comunismo, aún depositan grandes esperanzas en el poder de la fe o en el Papa como guía. Durante todo el día de ayer pasaron filas de jóvenes, con sacos y esterillas, que se dirigían a la explanada de Blonie, donde por la tarde tuvo lugar el encuentro con Benedicto XVI, también a semejanza de lo que hacía su predecesor. Al final, se juntaron un millón, según la organización, y 600.000 para la Policía, en un nuevo caso de esta divertida e inédita divergencia. Siguiendo la costumbre, muchos pasaron allí la noche en acampada festiva, a pesar del frío, para empalmar con la misa que hoy oficiará el Papa. En un largo discurso, Ratzinger instó a los jóvenes a construir su vida «como una casa, sobre una roca fuerte» sin hacer caso de quien «ignora o se ríe de Jesús». «No hace falta una gran agudeza mental para atisbar hoy las múltiples formas del rechazo a Jesús, que es apartado entre las cuestiones de las que no se debe hablar en público», dijo el Papa en un acto de gran intensidad pero, como suele ocurrir, con un pequeño problema de estética en coreografías y canciones.

«Santo subito»

Este gran calor popular se condensó de forma especial en la visita que Benedicto XVI realizó por la mañana a Wadowice, el pueblo natal de Wojtyla. En los 40 kilómetros que la separan de Cracovia, los vecinos se habían preocupado de colocar papeles de colores y flores. La pequeña plaza del pueblo, de 20.000 habitantes, estaba abarrotada, en un ambiente de fiesta patronal con banda de música y todo. Benedicto XVI, a quien se ve abrumado por tantas muestras de afecto y deseo de agradar, visitó la casa familiar de Wojtyla y después subió al estrado montado en la plaza. Los vecinos, que pasaron la víspera ensayando las canciones, decían bien claro lo que esperaban en muchos carteles: 'Santo subito', lema que resume el deseo de que se acelere el proceso de beatificación de Juan Pablo II.

Benedicto XVI, que se lo esperaba, no dio grandes noticias, porque es de talante sosegado y de la opinión de que el expediente debe seguir su ritmo. «He querido pararme en Wadowice, en los lugares de Wojtyla, para rezar con vosotros para que sea pronto elevado a la gloria de los altares», dijo, desatando un aplauso. En realidad, es una forma curiosa y elegante de decir que la cosa no va con él, que no se va a sacar de la manga un decreto y que simplemente es una cuestión de tiempo, del tiempo que tarde el Vaticano en cumplir todos los trámites. Dados los miles de documentos a examinar, pueden pasar años.