POR DERECHO

Otra de estafas

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El caso que hoy comento se ha convertido en práctica habitual entre quienes, carentes de toda moral y ética, utilizan la estafa como medio de vida. En el ámbito de los seguros privados hay muchas clases de timos. Hay quienes queman su casa, otros fingen robos e incluso hay quienes simulan su propia muerte o la de un familiar para cobrar importantes sumas de dinero de las compañías aseguradoras. Simular una desgracia por unos cuantos euros es algo que resulta repugnante. Ya les aseguro yo, nunca mejor dicho, que cuando una compañía ve peligrar sus beneficios sube las primas, por lo que todo este elenco de maleantes nos están perjudicando al resto de mortales que vemos como los seguros son cada día más caros.

Voy a referirme a un fraude que se comete habitualmente en el ámbito de los seguros de automóviles y que se conoce en el gremio como «síndrome del latigazo» o, más irónicamente, como «cuponazo cervical». Consiste en fingir un «esguince o latigazo cervical» como consecuencia del más mínimo accidente. Muchos de los accidentes de tráfico que ocurren diariamente, sobre todo en el casco urbano de las ciudades, son las colisiones de un vehículo a otro por detrás. Suelen producirse cuando el vehículo de delante está detenido en una señal de stop, ceda el paso o semáforo y el vehículo que circula por detrás, por motivos diversos, como distracción, no frena con suficiente antelación e impacta en la parte trasera del vehículo delantero. La estafa en cuestión consiste en que el ocupante del vehículo golpeado simula dolores cervicales para, posteriormente, cobrar la correspondiente indemnización del seguro del vehículo que le golpeó. Se dan casos de verdaderos expertos en fingir lesiones que utilizan ante el médico forense expresiones como «cervicalgia con irradiación braquial», «cefaleas» y otros términos similares que dan por sentado que el estafador en cuestión no es novato en estas lindes. Cuando alguien se rompe un hueso una simple radiografía certifica la veracidad de la rotura. Sin embargo, el esguince cervical resulta muy complicado de refrendar. Basta con simular dolores cervicales, disminución de la movilidad del cuello, mareos, visión borrosa, vértigo, etc. pues, en la mayoría de las ocasiones, al médico no le queda otra que creerlo. Son gente sin escrúpulos que no reparan en el perjuicio que causan no sólo con la subida de primas, sino también con la posible retirada del carne con que se puede sancionar al conductor que causó las falsas lesiones. Todo ello sin entrar a valorar el daño que se originan a quienes sufren un verdadero esguince cervical y que son objeto de sospecha, por ser esta una práctica tan habitual entre farsantes.

Felicito a todos aquellos abogados que, defendiendo honestamente el derecho de su cliente, obtienen para éste la indemnización que le corresponde en base a una lesión real. Sin embargo, apelo a la deontología profesional de otros muchos que «asesoran» a su cliente para sacar indebidamente un dinero extra o que, conociendo la estafa que su cliente persigue, la consienten y se hacen cooperadores necesarios de la misma. Resulta ciertamente desalentador saber que, en muchas ocasiones, detrás de una estafa de este tipo hay un abogado corrupto. Son muchos los profesionales del derecho que, con mayor o menor acierto, pero siempre con exquisita pulcritud, defienden los derechos de la parte a la que representan y ven como el nombre de su profesión se mancha por la falta de ética, de compañerismo y de dignidad de algunos inmorales.