AL AIRE LIBRE

romance de los cabales

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Perdónenme si esta vez, porque de Feria se trata, les hable de una caseta que merece unas palabras. Que aunque todas en el Real son muy dignas de alabanza porque reinan la alegría, el buen comer y la chanza, los bailes y la belleza de la mujer jerezana, yo quisiera humildemente enhebrar estas palabras para hablar de una caseta donde estoy como en mi casa. Hace unos años que vengo frecuentando su morada, porque soy socio, y es ello cuestión que yo llevo a gala, y aunque siempre han sido el arte, el revuelo y la jarana, el señorío y el duende, divisas que se albergaban entre sus viejas maderas, esta Feria igualitaria, perdónenme si les digo que hay que tocarle las palmas y dedicarle unas letras en esta voz jerezana. Que gracias a algunos socios que se han partido las caras y su nervio juvenil lo han desbordado con ganas, y le han dado bien al coco -también sesera llamada-, mandando mil y un correos, haciendo gestiones varias, e inspeccionando el montaje a las claritas del alba, bien merece mi caseta figurar clasificada como en el plano de Hontoria me la tienen ubicada: ella es la número uno, nunca mejor numerada por ser nido de Cabales caballeros de esta plaza, señores de buena risa, hidalgos de fina estampa, señoras de mejor ver, flamencas para pintarlas, condecorados del arte entre letras y guitarras, bodegueros que prometen y jerezanos del alma.

Mi caseta es singular. Con una color tan blanca que más parece que fuera con primores encalada. Se baila junto a La Tropa, se come que sin palabras jamón queso y salmorejo y la berza jerezana, se bebe como Pemán sabiamente aconsejaba, todo medida y razón, dando a la vida las gracias (aunque bien se yo que algunos, al volver hacia su casa, miden aceras y calles por donde sus cuerpos pasan), se acoge a los forasteros, se invita a quien haga falta, y si se tercia un pescaíto y en la cocina faltara, juntamos una vaquita y el Bodosky nos lo manda. A dos minutos del centro, limpia y bien comunicada, ni se mancha usted los pies al estar bien colocada y no cruza ni la Feria si no le apetece nada y viene por esa calle que da al caballo y su Plaza. Huele a clavel reventón, a puchero y a fritada, a pimientos y a gazpacho y a colonias de la Francia que llevan las hembras mozas por sus carnes apretadas. Hay baile, también reposo, da poco el sol, a Dios gracias, y un árbol junto a la puerta refresca toda la estancia. Y cuando llega Cepero, el monstruo de la guitarra, te puedes sentar con él, y que te cuente mil gracias. ¿Que mas queremos, señores, para la feria pasarla como manda siempre el arte que por aquí sobra y mana! Por eso en esta columna que este sábado acompaña a esta Feria al aire libre que casi se nos acaba, me tomo la libertad y con romanceras trazas les hablo de una caseta que merece unas palabras. Es su nombre Los Cabales: ¿Que bien está numerada!