CORAJE. Una madre que acoge, con la trabajadora social de la Fundación Márgenes y Vínculos.
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Dos madres de acogida urgente animan a las familias a ayudar a los menores por todo lo que aportan

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Mi padre y mi madre me visitan todas las semanas. A veces traen regalos, pero lo que yo quiero es que se recuperen cuanto antes y aprendan a tratarme bien para estar con ellos otra vez. Otros niños y niñas no tienen la suerte que yo he tenido de tener una familia de acogida. Por distintos motivos sus padres no van a superar sus problemas tan pronto, o tal vez nunca. Pero ellos pueden tener otra familia alternativa que les acoja, les proteja y les cuide durante mucho más tiempo. Mis acogedores me comentaron que este tipo de acogimiento se llama permanente».

La carta de Rosi continúa como las historias de muchos de los niños acogidos. Su madre temporal, Isabel Ávila, es un ejemplo de familia monoparental y tiene bastante experiencia en la acogida. Va por su sexto hijo al ser una madre de urgencia, que un buen día, hace ocho años, descubrió por un artículo que había niños gaditanos necesitados de una familia.

Ganas y solidaridad

Se animó, llamó y hoy habla maravillas del programa que la enriquece día a día como a sus dos hijos aunque la primera despedida fuese «un poco triste», pero sabía perfectamente ese día que tenía que llegar. Sin embargo, las ganas de ayudar la hicieron seguir para delante porque «más golpes da la vida y mucho más duros. Sólo con ver la televisión se sufre».

«Nunca me planteo que se va a ir. Le doy tanto o más cariño porque es uno más en la familia y para mis hijos es un hermanito más que no te cansas de tener. Uno más en casa», manifiesta esta profesora que anima a la gente a acoger sin miedo y sin prejuicios porque como ella dice: «Esto es como el nacimiento de un hijo, cuando no sabes hasta el final si vendrá bien o no».

María del Carmen y Jesús son otro ejemplo de solidaridad. Hoy tienen a un niño de 4 años, pero por sus manos han pasado varios menores en acogimiento de urgencia desde el año 2000. «Un buen día escuché en la radio que se necesitaban familias para acoger menores tutelados por la Junta. Se lo planteé a mi marido y los dos pensamos que había sitio en casa para uno más. Era una manera de ayudar a uno de aquí sin tener que irte fuera aunque tengamos dos hijos. Ellos estaban de acuerdo. Fueron a la valoración en Sevilla para ver si éramos una familia cualificada para el acogimiento. Estaban supermotivados», apunta María del Carmen.

«Mamá y papá»

Ese día llegó y fue recibido en casa como uno más, como el resto. Unos niños que viven el presente y no tienen tanto lastre como los mayores. Las despedidas llegaron para volver con sus padres o ir a un acogimiento simple y en ellas se produjeron sentimientos encontrados de cariño y dolor entre alguna lágrima.

«Las despedidas están ahí y son un poco negativas pero la solidaridad empuja a la familia a continuar pensando y teniendo presente que va a estar mejor que en tu casa o igual, pero que nunca va a ir a peor», asegura la madre, quien aprende cada día algo nuevo de ellos. «El último pregunta cuando se va con su nueva mamá y papá», afirma quien sabe lo que es un niño con abstinencia.

La carta prosigue y Rosi cuenta que su amigo Pablo no está acogido. Él vive en un centro. Allí está bien, pero él quiere estar con una familia ya que se está mucho mejor. «Si yo fuese él diría: Comparte tu hogar conmigo, acógeme. Señorita Charo, si usted o sus amigos quieren ser una familia acogedora como la que yo tengo ahora, para ayudar a otros niños y niñas como yo, infórmese, no le costará nada».