LA RAYUELA

El ojo de un mago

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Pretendo Pretendo hablarles de una exposición fotográfica, la de Chema Madóz en la Fundación Telefónica de Madrid. Una pretensión un tanto ilusa y muy probablemente condenada al fracaso: la de describir unas imágenes que probablemente muchos de ustedes nunca han visto, aunque haya habido oportunidad de disfrutar de su genialidad en Cádiz gracias a la labor de la Fundación Provincial de Cultura (Sala Rivadavia, 1998).

¿Se han fijado alguna vez en que los nudos de la madera de un árbol se asemejan en ocasiones a la forma de la llama de una cerilla de madera? ¿Les han recordado alguna vez las cajas de los viejos relojes de péndulo la forma de un ataúd? ¿Han pensado en las almejas como espléndidas mariposas? ¿Y en los cantos rodados de la playa como huellas humanas? ¿Pueden imaginar una hermosa nube blanca atrapada en una humilde jaula colocada en la ventana?

Estas imágenes en blanco y negro son algunas de las sugerencias que el artista nos hace a partir de su particular lectura de los objetos cotidianos, con los que nos relacionamos de forma casi mecánica, privándonos de esa otra realidad fotografiada con exquisito cuidado por Chema Madoz que invita a la reflexión, sugiere la ironía amable o la belleza oculta.

Cuando ha pensado en los agujeros negros de los que habla la física sin entender del todo su naturaleza, él ha imaginado un sumidero en el centro de un planisferio celeste. A los humildes zapatos que nos permiten movernos, caminando siempre juntos, los ha fotografiado unidos por un mismo cordón. También imaginó que a una vieja y reseca horma de zapato le habían crecido raíces. No creo casual el que viera que una escalera de mano apoyada sobre un espejo de pared la convertía en una escalera de tijera, en la que una de las patas se perdía dentro del espejo. O que construyera para la puerta ojival de una vieja capilla una verja de hierro cuyas hojas son un fragmento de la partitura de una pieza barroca de Scarlatti.

Cuando se pasea dentro del bosque de sus fotografías se tiene la sensación de haber entrado en un mundo paralelo, al modo de los viejos cuentos, como el de Alicia, donde las cosas no son lo que parecen y la realidad del tiempo se derrite como chocolate caliente. Sin duda recordará a muchos a los viejos surrealistas, con los que este hombre juega con la complicidad del que no se cree la verdad oficial, ni el orden natural y si me apuran, ni la mismísima gravedad; o que hace dudar de la perspectiva, al estilo del viejo Escher (www.mcescher.com). En ocasiones, recuerda complacido a Man Ray (web oficial de pago, ver otra entrada como elangelcaido.com), haciendo arte de los objetos al sacarlos de su contexto habitual. Frente a algunas fotografías, es inevitable la memoria de René Magritte (www.magritte.com) cuyos mundos oníricos recrea. Sus fotos tienen la economía y la rotundidad de la poesía, una poesía visual de las formas que invitan al espectador a (re)construir las imágenes y sus sugerencias, al modo en que Marcel Deschamps pensaba: no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros.

Pero sobre todo juega, juega incansablemente con los objetos como un niño hasta hacerlos parecer lo que también son, aunque los adultos no lo vean. Al que le haya levantado alguna curiosidad, puede satisfacerla entrando en la página oficial del artista: www. chemamadoz.com.