CÁDIZ

Crónica rosa

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Ahora resulta que hay ciegos que conducen y cojos que corren más que Carl Lewis en unas olimpiadas. Y es que la Operación Karlos ha puesto al descubierto una práctica que supera a la de los sordos de Astilleros que el Gobierno del PSOE jubiló y aún creen que el sonotone es un instrumento musical. Es como el timo de la estampita pero en vez de con cromos con la tarjeta sanitaria y con una buena dosis de caradura. En muchos de los casos descubiertos de beneficiarios de pensiones fraudulentas existe detrás una suplantación de personalidad. Es decir, algo tan sencillo como buscarse una amigo o un conocido con ganas de ganarse un dinerillo y con una minusvalía que sirva para incluir en el expediente de la baja informes médicos que faciliten posteriormente la obtención de una pensión por invalidez mejor que la del Nescafé. El resto ya lo ponen los cerebros de la trama.

A nadie que acude al médico se le pide el carné de identidad, por lo que es fácil suplantar a cualquier hijo de vecino con la tarjeta sanitaria de otro, algo que tendría que replantearse el Servicio Andaluz de Salud a raíz de este escándalo. Si a gran escala la investigación ha localizado ya a más de una decena de beneficiarios fraudulentos, yo me imagino cuántas bajas se habrán dado por varios días a personas más sanas que una pera que han engañado al médico de turno enviando a un primo o un hermano con una dolencia pasajera. Si en un comercio te piden el carné de identidad para comprobar si eres el titular de la tarjeta, supongo que ahora en la consulta el médico tendrán que hacer lo mismo. ¿Lo que le faltaba al colectivo!

La que se formó el viernes en los alrededores de los juzgados de San José cuando los medios conocieron que la suegra de Jesulín de Ubrique estaba declarando en el sumario de la Operación Karlos. Hasta vinieron los de Aquí hay tomate y Salsa Rosa, que firmaron autógrafos y se fotografiaron con los curiosos. Vamos, una feria. Los medios no perdían de vista las dos puertas de acceso a los juzgados para coger la imagen del día, al menos la que desgraciadamente más vende. Pero hubo un momento entre tanto revuelo que hizo que los periodistas desviaran su atención hacia un señor con bigote y con cara conocida. «¿Es quién yo creo?» Pues sí, ahí estaba el tío, Francisco Vivas. Muy cambiado, por cierto. A la imagen impecable que lucía en su época de concejal de Medio Ambiente -cargo que dejó hace unos meses- presentaba un aspecto más desenfadado que incluso hizo dudar a los medios sobre su identidad. Pantalón vaquero clarito, camisa vaquera abierta y remangada, botines deportivos y, lo más sorprendente, colgante hippie al cuello. Pero lo mejor era su sonrisa, feliz y, como siempre, educado. Seguramente pensaba que mientras en el Ayuntamiento andaban nerviosos con el tema de la adjudicación del pliego de limpieza -en cuya redacción participó- , él paseaba su cuerpo moreno rejuvenecido por su nueva situación laboral.