CÁDIZ

¿Qué pasó con los sordos de astilleros?

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Cuentan que el día en que la Guardia Civil comenzó la operación Halcón con la trama de facturas falsas, en el respetado negocio de Ubrique las máquinas trituradoras de papel no dejaron de funcionar durante toda la noche, y que en otros puntos de la provincia a más de uno se le removió el estómago con episodios escatológicos. Quizás este entramado tributario es más difícil de entender por el ciudadano de a pie, el empleado que se levanta a las ocho de la mañana para ir a trabajar y para que conseguir una baja por enfermedad tiene que guardar turno en el centro de salud y confiar en el ojo clínico del médico. Es por ello que quizás la trama de informes médicos falsos para obtener una invalidez de por vida descubierta esta semana indigne más aún. Lo cierto es que esta situación no es para nada nueva en esta ciudad, porque nadie puede creerse que en Cádiz haya casi 800 sordos por Astilleros que en los años 90 tuvieron el visto bueno del Gobierno para prejubilarse y cobrar una pensión. Conozco a algunos de los de «verdad», como en una ocasión me apuntaba la Federación de Peñas Caleteras, Manuel Henry, un trabajador de esta factoría que sufrió las consecuencias del ruido en su aparato auditivo lo que le obliga llevar un audífono. Pero hay quien se pregunta cómo otros sordos de Astilleros puede cantar en una comparsa y afinar más que Paco Alba. ¿Qué buen oído! Si en aquella ocasión hubiese existido la operación Karlos a más de uno que en su día apoyó esta reconversión le temblaría el pulso si ahora revisaran esos informes médicos que el Gobierno dio por válidos, haciendo oídos sordos para quitarse de encima a una plantilla.



Una comida por un voto



¿Se imaginan a una parlamentaria repartiendo tarjetas de visita a un grupo de periodistas para conseguir votos? Perplejos se quedaron un grupo de compañeros de los medios de comunicación cuando al término del Pleno municipal del viernes desayunaban en el restaurante El Sardinero, frente al Ayuntamiento, y se les acercó una joven que dijo llamarse Raquel Arenal, representante del PSOE en el Parlamento de Andalucía. Sin ningún tipo de reparos, una vez que se presentó a quienes no la conocían en persona, propuso invitarlos a comer para «conoceros y conseguir votos». Un avispado periodista le sugirió si también podían ir los compañeros de Onda Cádiz, la tele municipal, a lo que la representante socialista le contestó: «no, esos son muy fachas», como si trabajar en un medio u otro signifique identificarse con un color político. Lo más curioso llegó cuando comenzó a entregar su tarjeta como si fuese un visitador médico sin percatarse que una de las periodistas que allí estaban pertenecía al gabinete de prensa del Ayuntamiento de Cádiz que, a juicio, de esta parlamentaria, también debe ser muy facha. Es tan ridículo como decir que todos los médicos que trabajan para el Servicio Andaluz de Salud son muy rojos.



Risas con los medios



José Blas Fernández puso vestido de limpios a Rafael Román a quien incluso le recordó su pasado en el seminario invitándole a que, con humildad, pidiese perdón por las «mentiras» que en el caso del Campo de las Balas vertió contra el equipo de Gobierno y, en concreto, contra su persona. Le faltó llamarle Franquito. No está bien que los políticos se enzarcen en este cruce de insultos que no llevan a nada, pero lo cierto es que el encuentro con los medios no tuvo desperdicio y hasta los concejales José Loaíza e Ignacio Romaní que lo acompañaban, tuvieron que aguantar la risa ante la palabrería de José Blas.



Coleccionistas



El doctor Jiménez Cisneros ingresa el lunes después de Pascua en el Ateneo Gaditano. Este prestigioso médico que fue jefe del Servicio de Radiología de la Residencia cuenta con una de las mejores colecciones del mundo de pipas, que él mismo diseña y talla, y obras de arte como radiografías de flores.