RECTA FINAL. Berlusconi apela a la vulgaridad en el último tramo de la campaña electoral. / REUTERS
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Berlusconi afirma que quienes voten a la izquierda son «gilipollas»

La campaña se centra en discutir si su promesa de acabar con el impuesto de inmuebles es viable o pura fantasía

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Silvio Berlusconi hizo pasar rápido ayer la resaca del debate con Romano Prodi de la víspera con una frase que entra directamente en lo mejor de su antología. Preguntado sobre una posible victoria de La Unión, la coalición de centro-izquierda del ex presidente de la Comisión Europea, respondió: «Tengo demasiada estima por la inteligencia de los italianos como para pensar que haya tantos gilipollas (coglioni) por ahí que puedan votar contra sus intereses». Corrigió rápido, pidiendo disculpas por «lenguaje tosco, pero eficaz» y a la media hora ya estaba diciendo que la prensa había manipulando sus palabras, para variar. «Era una ironía, he usado una expresión con una sonrisa en los labios», explicó. Pero las imágenes muestran irrefutablemente que estaba muy serio.

La verdad es que con los despropósitos de Berlusconi la oposición italiana ya no sabe ni cuál es la cara que debe poner. Entre el desprecio, la indiferencia y la exigencia de excusas, quien más quien menos alzó ayer la voz en una sonada barahúnda política. Pero pese a quien pese, estos incidentes ya son pura rutina y resbalan por la agostada sensibilidad de los electores. Cinco años de paridas de Berlusconi son muchos años. Indica que en los últimos días de campaña empieza ya a tirar la casa por la ventana.

Prodi respondió con su habitual mesura, fiel a su papel de serio al lado de la efervescencia verbal de Il Cavaliere: «No gasto palabras en definir esta conducta porque creo que se califica sola, es fundamental que todos den una lección de estilo y de calma al primer ministro, no aceptando sus miserables provocaciones». Berlusconi y Prodi llegarán a las urnas sin salirse del guión.

El episodio eclipsó por la tarde el que hasta ese momento era la polémica de la jornada: discutir si la supresión para la primera casa del impuesto de bienes inmuebles (el ICI, como el IBI español), la promesa in extremis lanzada por Berlusconi en el debate, era una fantasía populista sin ninguna base real o era viable. La oposición es muy sensible a estos golpes de efecto mediáticos del magnate, porque teme su efectividad entre los espectadores.

Sin opción a réplica

Además, Il Cavaliere lo planteó astutamente en el debate en el último turno de intervención, cuando no había posibilidad de réplica para Prodi. De este modo millones de italianos se fueron a la cama pensando que Berlusconi eliminará el ICI. El análisis sobre si era posible o no tuvo que esperar al día siguiente.

La oposición y sus alcaldes, que son quienes gestionan esta tasa y de ella obtienen la financiación de los servicios básicos municipales, dijeron en coro que era pura propaganda, porque las cuentas no salen. En síntesis, los 8.000 ayuntamientos italianos sacan de esta tasa el 23% de sus ingresos. «Sus promesas recuerda la Sudamérica de un tiempo y también las películas de Totó», dijo Massimo D'Alema, presidente de Demócratas de Izquierda, en referencia a la famosa escena en que Totó, en el papel de locuaz estafador, vende la Fontana de Trevi a un turista.

El Estado recauda con este impuesto, en el caso de quienes poseen una sola vivienda, unos 2.500 millones de euros anuales y la pregunta es de dónde se va a sacar entonces ese dinero. Berlusconi explicó ayer que era «fácil de encontrar». Por ejemplo, explicó, luchando contra la evasión fiscal, con trasferencias a los ayuntamientos del Gobierno central y vendiendo patrimonio público. Al margen de los molestos detalles, como promesa tiene un innegable atractivo, porque el 71,4% de los italianos posee una casa.

La gran duda, y la clave de estas elecciones del fin de semana, es si los italianos todavía creen en las pirotécnicas promesas de Berlusconi. Un dato curioso indica que el interés por las elecciones es decreciente: el debate del lunes tuvo 12 millones de espectadores, cuatro menos que el primero.