OLIVENZA

Dos orejas para Manuel Jesús, 'El Cid', ante los toros de Victorino

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Al primero de los dos victorinos que mató en Olivenza lo toreó El Juli con primor y ciencia. Muy cumplidamente. Un toro cinqueño pasado, con el guarismo del cero en el brazuelo. Lo lidió exquisitamente: con las bambas del capote y toreando por delante. Pidió dosificar. Descolgado de hombros, con aire de torero superior, dio desde el primer momento la sensación de tener el toro en la cabeza. Ni un enganchón iba a haber. Le salió al toro de Victorino lo que aún no se había visto: una punta áspera de genio incierto. Entonces se hizo preciosa la batalla.Tan precisa faena, tan llena de méritos, no tuvo remate con la espada.

El toro más difícil de la corrida con diferencia fue el segundo del lote de El Juli. El de más cuajo, el más ofensivo. Pero éste fue el único de los seis que escarbó. Pasaron cinco veces para no dejar al cabo más que tres palos sueltos, y ahí se orientó para siempre el toro. Seis muletazos de castigo muy poderosos en la apertura. Antes de cuadrar, El Juli regaló a la audiencia con un macheteo de pitón a pitón perfecto.

Y El Cid, que nunca había toreado en Olivenza y se llevó, para celebrar el debut, un dulce tercero de corrida. El Cid le encontró al toro un poco el punto, no del todo y algo tarde, y, aunque despegado, lo pasó con limpieza por la izquierda en faena de muy desigual resolución. Cayó hasta una segunda oreja de premio, muy exagerado, para todo eso, que supo a poco porque poco fue. Con el sexto El Cid no acertó a amarrase y acabó por intentar quitárselo de encima con la mano. Rivera anduvo fino con el capote a pies juntos en sus dos turnos. El primero de corrida, frenado por sistema, no le dejó pasar del uno a uno en trasteo no del todo seguro pero sí de oficio. El cuarto fue el de menos fondo y gas de los seis y Rivera tiró por la calle de en medio.