SITUACIÓN. El edificio de la Aduana se encuentra en el centro de la plaza Sevilla. / GONZALO HÖHR
CÁDIZ

Historiadores y expertos piden el indulto para el edificio de Aduanas

Sostienen que el inmueble de plaza Sevilla, de finales de la posguerra, es una obra singular, bien concebida y un fiel testigo de una etapa de la historia El equipo de Gobierno y los partidos de la oposición abogan por su demolición

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«Lo peor para un pueblo es olvidar su historia. La buena... y la mala». Con este y otros argumentos el historiador del arte Juan Alonso de la Sierra pide el «indulto» para el edificio de la Aduana, amenazado por la demolición en la reordenación futura de la plaza de Sevilla. Pero no es el único. Otros historiadores y expertos de la ciudad piden que se mantenga en pie, entre otras razones, porque es un fiel testigo de la arquitectura de su época y porque posee algunas singularidades que le diferencian del resto de los inmuebles de la ciudad. En primer lugar, según destaca el profesor de la UCA, Juan Ramón Cirici, es de los pocos edificios aislados, es decir, no adosados, lo que permite obtener varias perspectivas del conjunto.

La Aduana Nueva (la Vieja es hoy sede de la Diputación), que hoy pertenece al Ministerio de Hacienda, es un edificio de finales de la posguerra creado por el arquitecto Manuel Ródenas. No hay mucha bibliografía sobre él, como reconoce Cirici, aunque cabe pensar que «para encargar una obra de esta magnitud a un arquitecto que traían de fuera, tenía que ser de nivel nacional y tener una trayectoria anterior y posterior».

Despreciada por los contemporáneos por razones políticas pero también estéticas, la arquitectura de la posguerra civil tiene unas particularidades muy concretas: buscaba subrayar y enfatizar las ideas del Movimiento Nacional. «Es una buena muestra de esa mentalidad que pretendía ignorar la modernidad de la etapa republicana para evocar un trasnochado imperialismo exaltador de los valores patrios muy convenientes para los planteamiento socio-económicos y políticos del régimen», comenta Alonso de la Sierra.

En su opinión, el valor fundamental de esta obra es «didáctico», ya que con un simple golpe de vista «nos muestra muy bien la regresión que supuso el régimen de Franco». De esta manera, esta arquitectura «recuperaba los valores tradicionales del clasicismo hispánico», explica el profesor Cirici. En consonancia con la época en la que fue concebido, el edificio tiene esos valores de solemnidad y monumentalidad.

Pero además, para Alonso de la Sierra, «no es una obra de serie realizada desde el centralismo, pues aunque no escapa a muchos de sus principios, ha tenido en cuenta la tradición arquitectónica local».

Los expertos también destacan la calidad de los materiales empleados, tanto en la piedra de la «severa» fachada, como en el interior, donde se pueden encontrar mármoles rojos, verdes y grises. También hay otros detalles dignos de mención en el interior, como el gran recibidor y la monumental escalera que conecta con la entrada. Fue un esfuerzo para la época en la que fue construido, un momento de crisis económica en todo el país tras la contienda civil.

Por supuesto, como toda obra arquitectónica, la Nueva Aduana puede estar sujeta a críticas. Para Cirici, es «grandilocuente, tiene espacios perdidos y ángulos no precisados».

Ubicación

Ahora bien, en lo que unos y otros no se ponen de acuerdo es en si está o no correctamente ubicado. Según Juan Ramón Cirici, la ubicación no es buena, porque está situado justo en el centro de la plaza. Sin embargo, en opinión del ex presidente de la Autoridad Portuaria, José Ramón Pérez Díaz-Alersi, «encaja perfectamente como frontal de las estaciones de ferrocarril». También Alonso de la Sierra cree que la Aduana Nueva está «perfectamente enmarcada en el entorno urbano».

En cualquier caso, si se atiende la petición para salvar el edificio del derribo, el futuro de la plaza Sevilla pasaría por integrarlo y buscar un uso. Pérez Díaz-Alersi propone que se pueda aprovechar, por ejemplo, para albergar un hotel. Pero para José Ramón Cirici, el futuro uso no es algo relevante: «Ahí está la imaginación y la profesionalidad del urbanista. Todo edificio es útil. Si hay conventos que se han convertido en Paradores, este edificio podría llegar albergar muchas cosas».

Eso, en cualquier cosa, es mejor que llegar a destrozarlo: «Si se llega a tirar es cuando se va a perder para siempre», sentencia.