ESPAÑA

Deferencias en un clima de cordialidad

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José Luis Rodríguez Zapatero estaba tan interesado en recabar el apoyo del jefe de la oposición que desde que Mariano Rajoy bajó de su coche sus gestos fueron mucho más cordiales de lo habitual. Le recibió al pie de La Moncloa y le estrechó las manos sonriente. Una vez en su despacho, para romper el hielo, le preguntó por su accidente de helicóptero. Cuando todavía no se habían marchado los cámaras, Rajoy confesó que, aunque es «una idiotez», desde aquel susto «a veces» se pone nervioso en los aviones. Después, se cumplimentaron mutuamente con preguntas sobre sus respectivas familias y Zapatero estimó que sus dos hijas, de doce y diez años, están creciendo «ya demasiado».

Más allá del nuevo clima, casi de cordialidad, este encuentro fue diferente: por primera vez, el jefe del Ejecutivo compareció para explicar lo ocurrido, cuando lo habitual es que un portavoz gubernamental ofrezca esa rueda de prensa. También por primera vez, el líder de un partido nacional compareció en la sala utilizada para dar cuenta de las reuniones del Consejo de Ministros y donde el presidente comparte sus ruedas de prensa con mandatarios extranjeros.

Para no empañar la toma de contacto, evitaron polemizar en sus respectivas comparecencias. Zapatero se escudó en un circunloquio sobre la normalidad democrática para no rechazar la exigencia de Rajoy de que el Gobierno no mantenga contactos con Batasuna y tampoco se negó en rotundo a la convocatoria del Pacto Antiterrorista, a pesar de entender que está superado. Rajoy, menos distendido, imprimió mayor gravedad a sus palabras. Su intervención inicial estuvo tan medida que parecía aprendida de memoria incluso antes de sentarse a conversar con el presidente, un mensaje de cara a las filas del PP.