ESPAÑA

Un punto de inflexión tras dos años de tensiones

En el encuentro en Moncloa se cuidaron todos los detalles para resaltar la trascendencia concedida a la reunión

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Las expectativas que abre el encuentro de ayer suponen un punto de inflexión en la legislatura. Esta entrevista, celebrada tras el anuncio de alto el fuego de ETA, marca el principio del fin de las pésimas relaciones que han mantenido el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en los dos últimos años. Los detalles se cuidaron al máximo dada la trascendencia dada al encuentro en Moncloa.

La distancia establecida por el resultado electoral fue inicialmente enjugada por unas conversaciones amables pero intrascendentes entre ambos. Los dos predicaban el diálogo y el pacto, pero no fueron capaces de mantener ningún consenso fundamental en las tradicionales cuestiones de Estado: política exterior, autonómica y lucha contra el terrorismo.

La aprobación del plan Ibarretxe en el Parlamento vasco propició un encuentro que el líder de la oposición quiso aprovechar para sellar un pacto exclusivo con el partido del Gobierno en materia autonómica. Rajoy salió tan satisfecho del encuentro y convencido de que había recibido una respuesta afirmativa a su oferta que el imposible desarrollo posterior del consenso autonómico convirtió la entrevista en un fracaso que resultó emblemático para el presidente del PP.

Mariano Rajoy siempre menciona aquella conversación en La Moncloa, en enero de 2005, para declararse traicionado y engañado por José Luis Rodríguez Zapatero y para justificar su política de dureza con el Gobierno en virtud del rechazo que dice haber recibido a su mano tendida. El presidente del Gobierno, por su parte, también confesó su desengaño y habló abiertamente de desconfianza en el líder de la oposición, mientras que fuentes gubernamentales sugerían que el dirigente popular había vulnerado la confidencialidad de la información que se le había facilitado.

En el debate sobre el Estado de la nación, en primavera de 2005, el PP se lanzó a una oposición sin tregua contra el Gobierno socialista y la tensión llegó al máximo. Rajoy acusó a Zapatero de haber «traicionado a los muertos» y dio por roto el Pacto Antiterrorista.

Desde ese momento, utilizó la lucha contra el terrorismo como instrumento de oposición y hostigó a su adversario en las sesiones de control, con preguntas sobre las conversaciones con ETA y Batasuna. El PP denunció el «abandono unilateral» del Pacto Antiterrorista por parte del PSOE y acusó al Gobierno de hacer «concesiones» a los terroristas.