Sociedad

El videoclub echa el cierre

La decisión de Blockbuster de clausurar sus establecimientos destapa la crisis de un sector que obliga a los empresarios a diversificar su negocio

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En el sector se lo olían hacía tiempo. Los gastos de Blockbuster, sobre todo en alquiler de edificios y nóminas, no se correspondían con los ingresos de un negocio a la baja. Por eso, hasta tres personas consultadas para la elaboración de estas líneas empezaron la conversación con un título manoseado: la crónica de una muerte anunciada. En efecto, antes del 15 de mayo echarán el cierre las tiendas de esta cadena en la Península, una decisión que tiene mucho de símbolo. Y no se trata de un problema a nivel de las multinacionales, sino que se traduce a todos los niveles. En la Provincia de Cádiz, los establecimientos ven estrangulados sus ingresos por alquiler y tiene que recurrir a la diversificación del negocio en varias áreas: chucherías, revistas, merchandising y hasta reparación de consolas. Todo vale para tapar el agujero del las 24 horas del séptimo arte.

Jorge Pastoriza, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Videoclubs, abre su ordenador para explicar de forma gráfica el titular de este «drama»: los ingresos del sector disminuyeron en 2005 un 40 por ciento respecto al año anterior. «La venta de películas de las compañías a los videoclubs sólo cayó un 23 por ciento -explica-, pero la repercusión final es mucho mayor. La diferencia se debe a que las tiendas tienen que seguir comprando películas, aunque luego no las alquilen». Pastoriza añade que en España hay unos seis mil videoclubs, pero que en el plazo de un año caerá el telón sobre el 20 por ciento de esas puertas.

Los responsables de Blockbuster han apuntado a la piratería para explicar el declive de su negocio, los números rojos de su cuenta de resultados (5,5 millones en 2004). Y José Manuel Tourné, responsable de la Federación para la Protección de la Propiedad Intelectual (FAP, fap.org.es), tira del mismo hilo. En 2005, según sus datos, hubo 8.394 actuaciones policiales en las que se intervinieron 1.200.640 películas. «Hace un año y medio que hemos solicitado medidas urgentes -asegura-, porque tenemos un enfermo muy grave. La respuesta del Gobierno, el plan antipiratería, tiene algunos elementos interesantes, pero no es una solución inmediata».

Tourné habla de una piratería en forma de tridente. El top manta, la venta callejera (diecisiete millones de películas en 2004); internet (16 millones de descargas) y una tercera vía en su opinión «más dañina», las copias para los compañeros de trabajo o amigos (treinta y siete millones). «¿Me tuestas Crash», oímos en la oficina, una frase tan habitual que a nadie sorprende. Según estos datos, la piratería callejera tiende a la baja, «porque el público empieza a considerarlo un delito y porque algunos ayuntamientos persiguen a los compradores», mientras que internet y la distribución entre conocidos se multiplica día a día.

Cádiz en caída libre

De momento, la esperada tendencia a la que hace referencia Borjas no se hace notar en los establecimientos de la provincia. En la ciudad de Cádiz, uno de los establecimientos más punteros y mejor situados es The Big Orange, que ofrece sus productos en la Avenida Cayetano del Toro. Según uno de sus propietarios, el proceso de caída de la demanda de cine en alquiler «se ha notado mucho desde hace dos años» y apunta a que la razón es «el pirateo y las descargas por internet».

Ésta ha sido la razón de que, según sostiene, las cifras mensuales de alquiler de 2006 hayan caído alrededor de un 20% si se comparan con las de hace dos años. Esta falta de clientes ha empujado al negocio, como en muchos casos, a la forzosa diversificación. «No se puede vivir del alquiler solamente», dice.

«Cuando comenzamos, ocupaba el total de la superficie de la tienda, pero ahora las cosas han cambiado y solamente representa la mitad», anuncia. En sustitución, en su establecimiento han proliferado otros productos. «El principal negocio, distinto del cine, son la prensa y las revistas, además de las chucherías y los helados». También probaron suerte con el alquiler de videojuegos, pero encontraron otras dificultades, «porque los niños no los devuelven».

Es justamente The Big Orange, cadena de franquicias españolas, la que se ha interesado por hacerse con el centenar de locales que dejará desiertos Blockbuster cuando eche la persiana (el único establecimiento en el entorno de la Bahía de Cádiz estaba en San Fernando y es, desde hace más de un año, una perfumería). De esta manera, la empresa afincada en Barcelona está «negociando para hacerse con dos tercios de los locales que cerrarán, establecidos en una estupenda situación», dice su responsable de Comunicación, Manel Casalbó.

Según sus tesis, The Big Orange ha conseguido evitar la coyuntura que ha estrangulado las cifras de beneficio de Blockbuster. «Hace cuatro años comenzamos a atisbar que el imperio de internet y las tendencias de hábitos sociales iban a cambiar el escenario y comenzamos la estrategia de diversificación», apunta. Hoy libros, cómics, juegos de mesa y los últimos objetos del merchandising de la industria cinematográfica conviven con las cintas en las estanterías. «Hemos intentado crear un abanico de soluciones para el ocio fin de semana de una familia», apunta Casalbó.

Además, el hecho de que Blockbuster dispusiese de locales y negocio propios, con líneas marcadas a nivel internacional, le ha supuesto una dificultad que la empresa española no ha sufrido. «Nosotros trabajamos por franquicias, de manera que cada negocio soluciona de manera puntual su adaptación al público. Es totalmente flexible, por ejemplo, en cuanto a la elección temática de las cintas que se ofrecen, algo que no ocurría en Blockbuster», concluye.

La crisis no afecta solamente a los grandes establecimientos, que pagan fuertes sumas en concepto de alquiler de locales, se ven forzados a poner en circulación muchas novedades y establecen tarifas más altas a sus clientes (En The Big Orange, la película cuesta tres euros).

El pequeño sufre

En la Plaza de España, Damián Buzón regenta un videoclub en el que los usuarios pueden alquilar un título a un precio de 1,80 euros y su situación no es mejor. Desde su punto de vista, la competencia con los grandes le resulta costosa. «Ellos sacan 25 o 50 novedades semanales, y nosotros solamente nos podemos permitir cinco, y además con solamente una o dos copias que muchas veces desaparecen», se lamenta.

Además, Buzón se queja de los precios altos que debe pagar a las compañías (entre 40 y 60 euros por título), además del canon que exige la Sociedad General de Autores y Editores, «algo incomprensible» desde su punto de vista, «ya que debería estar incluido en el precio de la película». Esta suma, además, se paga según la superficie del establecimiento y pese a que su local no llega al mínimo de 100 metros tarifados, se ve obligado a abonar 40 euros mensuales.

«Desde que comenzamos hace dos años, no hemos conseguido aun que el videoclub soporte el negocio», dice el propietario. Pese a la diferencia de envergadura, su empresa sigue el camino de los demás casos: chucherías, juegos y alguna reparación de consolas.

El declive del alquiler no es un caso exclusivo de Cádiz. En Jerez, la mayoría también ha optado por diversificar la oferta y limitar el número de películas en favor de productos alternativos, como videojuegos o consumibles informáticos, otro de los globos de oxígeno del negocio.

Rafael Rosado, del videoclub Paranoia II, reconoce que la piratería es tan «evidente», que muchos clientes «ni siquiera se plantean ocultarlo, y se llevan paquetes con cinco o seis películas que devuelven un par de horas después».

Por su parte, Israel Pérez, responsable de Cinebank Jerez, confirma esta actitud, y explica que «incluso hay quien te dice al día siguiente que no ha podido piratear la película, como si fuese nuestra responsabilidad asegurarnos de que sea posible». Mientras que en Cinebank han tenido que «limitar el número de novedades», y bajar los precios de 1,80 a un euro en el último año, los dueños de Paranoia II, han incluido servicios para los «clientes fiables», como el acceso a internet a bajo coste.

Un nuevo tiempo

Las formas más o menos discutibles de hacerse con una película han debilitado este negocio hasta el extremo que nos recuerda el caso Blockbuster. Pero este ejemplo habla además de «un nuevo tiempo», como lo define Sidney Borjas, director de estrategia audiovisual de la Sociedad Digital de Autores y Editores. «En los últimos años hemos visto el cierre de incontables tiendas de discos y la multiplicación de las ventanillas online. Ahora, con más y mejores líneas ADSL, le toca el turno al vídeo. Es irreversible».

La SDAE puso en marcha hace tres años una plataforma tecnológica, www.lacentraldigital.com, especializada en preparar contenidos (discos, películas) para su comercialización en la red de forma segura y legal. Hoy, proporcionan música a Terra, MSN o Itunes y películas a Imagenio, Jazztel, Ya.com o Wanadoo. Precisamente, el despegue de Imagenio ilustra la nueva forma de ir al videoclub... Sin salir de casa.

Dice Sidney Borjas que el alquiler de sus productos (cine español, independiente, clásico) aumenta un 30 por ciento al mes en esta plataforma. A partir de ahí, imaginar el futuro inmediato es sencillo: «Desaparecen los continentes, permanecen los contenidos.

Y disminuirá la piratería, porque con alternativas online de calidad, seguras y a buen precio, los aficionados empezarán a desconfiar de las copias malas que ahora circulan».