LA COLUMNA

La farsa y el derecho a decidir

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Tenía que estar aquí Aristófanes y escribir una de sus geniales sátiras con el argumento de la manifestación de ayer en Barcelona. El dramaturgo ateniense era un «neocon» de su tiempo. Hubiera hecho una formidable farsa con el regocijante episodio de una organización política como Esquerra Republicana de Catalunya convocando en solitario una manifestación contra la reforma del Estatuto, que se tramita con todas las de la Ley en el Congreso de los Diputados; con una asistencia minoritaria; bajo un lema tan anticonstitucional como Somos una nación y tenemos derecho a decidir; con un líder como Carod Rovira en una cabecera separada de la principal; con unos palafreneros insertados en el tripartito catalán ¯al que se aferran pero extorsionan, una vez que Maragall ha sido rebasado por el acuerdo Zapatero-Mas-; escoltados por unos intelectuales de alquiler muy conocidos en su casa a la hora de comer.

Con esos ingredientes, Aristófanes hubiera hecho una antología del absurdo igual que en Los caballeros una devastadora sátira sobre un político; en Las nubes un pasquín sobre un enemigo de los intereses del Estado; en Las avispas una burla de los tribunales. O como en Los pájaros hizo una diatriba contra el gusto de sus conciudadanos por los litigios; en La asamblea de las mujeres una invectiva frente a la idea de propiedad comunal y en Pluto una soflama contra la redistribución de la riqueza.

Decía Marx -al que Carod Rovira supuestamente conoce al menos por sus aficiones histriónicas- que «cuando la Historia se repite, se repite primero como tragedia y después como farsa». Que ERC monte ahora una parafernalia sobre el derecho de autodeterminación después de lo que le ocurrió al Plan Ibarretxe es, cuando menos, un argumento digno de una farsa: una pieza cómica, breve y sin más objeto que hacer reír, desarreglada, chabacana o grotesca; un enredo, trama o tramoya para aparentar o engañar a propios y extraños. Ideal para Aristófanes.