JUAN JOSÉ TÉLLEZ POETA

«Estoy harto de vivir en un mundo donde el éxito es la única consigna»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Juan José Téllez (Algeciras, 1958) es un poeta embozado entre las tintas de un periódico, un reportero que se disfraza en la ficción, ensayista que con disimulo navega por los cuentos, los guiones, la vida. En su condición de observador de ese mundo raro que celebra y pelea en el ir y venir de cada día, ha elegido la palabra como herramienta contra el desdén y la injusticia. Mirada absorta y amplia sonrisa, la suya es una vocación de trascendencia por lo minúsculo, en lo pequeño y olvidado, muy lejos del triunfo y la gloria del papel moneda. Esa rutilante embaucadora a cuyos infortunios canta en su último libro, Las causas perdidas. Un poemario entre la nostalgia y el erotismo con el que se ha hecho con el Premio de Poesía Aljabibe y que se presenta hoy a las ocho en la Delegación Provincial de Cultura.

-Coincide la presentación con el Día de los Enamorados, ¿azar o cesión romántica?

-[risas] ¿Qué mejor día para presentar un libro, no?

-¿Es el amor una causa perdida?.

-Sí, el amor, la paz, la solidaridad, la justicia... todas las palabras mayúsculas lo son. Sólo que son causas por las que merece la pena luchar. El libro está dividido en dos partes: Pasionaria e Icaria. La pri-mera toma su nombre de una bella flor que dio nombre a una revolucionaria y recoge los poemas que tienen que ver con lo personal. Icaria, alude al mito anarquista y guarda los poemas relacionados con la política.

-Un libro lleno de símbolos, políticos, cinematográficos, históricos...

-Afortunadamente, la vida está llena de ellos sólo que vivimos en una sociedad que no sabe leerlos. No sabemos si lloverá o caerá granizo, tampoco sobre la naturaleza del alma. Enloquecemos por una ambición miope y mezquina que no nos lleva a ningún sitio mientras olvidamos lo importante: la supervivencia de nuestra especie, de nuestro planeta, de nuestro mundo... Esa incapacidad tampoco nos permite descifrar a los demás así que vivimos en un tiempo en el que la palabra crisis no es transitoria, sino perpetua.

-No es el primero en abrazar la causa en contra del sistema a través de la poesía, Caballero Bonald hizo lo propio con Manual de Infractores, ¿qué puede ofrecer la lírica?

-Es una especie de güija que nos pone en contacto con el inconsciente colectivo. El espacio común vive a través de los versos y ahora se haya atribulado por esa larga serie de infamias cotidianas: las guerras, las injusticias, la muerte. Cada vez existen menos fuerzas para revelarse y la poesía en lugar de gritar se permite el derecho de sentir, que no es poco en una sociedad cada vez más fría y muda.

La derrota y la patria

-Arremete contra el sistema del éxito, ¿es hermosa la derrota?

-Estoy fundamentalmente harto de vivir en un mundo de triunfadores donde el éxito es la única consigna. Estamos desnortados y con los papeles perdidos. El gran éxito tendría que ser emocionarnos con todo lo inmediato y con las sensaciones sencillas, enamorarnos y no morir en el intento, dormir con la conciencia tranquila. La felicidad no depende de conocer los códigos de una caja fuerte en Suiza. Sería bueno que aprendiéramos a amar la derrota en algunos aspectos porque nos serviría para disfrutar de la vida en otros. A lo mejor tenemos que fracasar desde el punto de vista material para mirarnos en el espejo y reconocernos a nosotros mismos, con nuestra pena pero también con nuestra gloria. La mayor victoria conocida es la de la muerte y el mayor antídoto contra ella es la plenitud de vivirla a tope mientras podamos.

-Se ha definido alguna vez como un hombre «universal, profundamente fronterizo»...

-Bueno, eso queda mejor que lo digan otros... [risas]. Es cierto que mi patria es una frontera. No me gusta sentirme habitante de un país cuyos límites están perfectamente definidos, sino en un país en obras que se construye cada día. Si eligiera una bandera sería la pirata y mi casa, un galeón en el Estrecho. De allí iría y vendría sin sentirme nunca encarcelado.