Mucho mediocre

Lo que le ocurre al Real Madrid, Sr. López Caro, no es cuestión de pocos y cobardes, sino de muchos y mediocres. Nadie duda de que Beckham, Ronaldo, Zidane, Robinho, Baptista, Cassano, Guti y cuantos ases se saque de la chistera su presidente tengan suficientes argumentos en sus botas para hacerle una manita al Zaragoza (otro gallo cantará cuando llegue el Arsenal de Henry), lo que el madridismo denuncia es un proyecto que se va a pique con toda su grandilocuencia. Hablamos de un batacazo como no se recuerda otro en este centenario club, presenciamos una crisis que ni los más viejos del lugar recuerdan y cuesta vislumbrar una salida airosa cuando todos los parches que intentan taponar la herida tienen fecha de caducidad. Florentino tomó las riendas de la casa blanca a imagen y semejanza de cuantas empresas maneja con mano de hierro y, años más tarde, el coloso madridista se ha convertido en una casa de citas donde todo se limita a vender camisetas como churros, desacreditar el adjetivo galáctico y a que la masa culé se parta de la risa con las miserias del rival, pero en la que está prohibida la palabra cordura. Feo panorama cuando el equipo genera más comentarios por cuanto sucede lejos de los terrenos de juego. Malos tiempos para la épica futbolística. porque los fichajes de relumblón pierden su credibilidad nada más enfundarse la camiseta y los desterrados -con Etoo a la cabeza- le hacen un descosido cada vez que se vuelven a ver las caras. Éste es el Madrid que quiso montar un circo en su ciudad deportiva, pero al que le negaron los permisos de obra porque le iban a crecer los enanos y éste es el producto estrellado de Florentino Pérez, nombre y apellido del máximo que no único culpable de la caída del imperio blanco. Contertulios de ese corral de gallinas que es El rondo claman por el regreso del añorado Fabio Capello y éste, ¿porca miseria!, por el de Franco. El primero tiene un pase; el segundo, que siga eternamente bajo tierra.