LA COLUMNA

Se acabó el dinero barato

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Todos sabemos que el Euribor es el indicador más utilizado para calcular el precio de las hipotecas. Y que un buen comprador de vivienda es el que consigue un préstamo al tipo de interés que tenga un menor porcentaje añadido a ese indicador. Pero el Euribor es, en realidad, el tipo al que se prestan dinero entre sí los 60 principales bancos en el mercado interbancario del euro. Y se obtiene calculando la media aritmética simple de los valores diarios para las operaciones de depósito en euros a plazo de un año. Bueno, pues el Euribor se situó ayer, al finalizar enero, en el 2,833 por ciento, la cota más alta de los últimos tres años, después de haber subido seis décimas en cuatro meses. Cuando el Banco de España confirme el dato, esa subida le supondrá a los compradores de vivienda un aumento de la cuota mensual de unos 30 euros al mes para una hipoteca de 120.000 euros a 20 años. Pero para el resto de los mortales este repunte del Euribor anticipa nuevas subidas en los tipos de interés oficiales, el 2,25 por ciento en la eurozona frente a un 4,5 por ciento en Estados Unidos.

¿Por qué cabe esperar que se esté acabando la era del dinero barato? Porque las autoridades monetarias mundiales se han propuesto que los tipos sean neutrales, es decir, no estén prácticamente subvencionados para quién se endeuda y resulten al mismo tiempo ruinosos para el que ahorra, ya que son inferiores a la inflación. Cuanto más se aleje la inflación europea del objetivo del 2 por ciento, más alto se mantenga el precio del petróleo, más se recalienten las economías como consecuencia de un crecimiento demasiado alegre de la inversión, el consumo y el gasto público; cuanto más crezca la inseguridad en los puntos calientes del planeta, más fácil será que se produzcan subidas de los tipos oficiales de interés. Porque el dinero contante y sonante, ese que va a financiar vía deuda pública el déficit presupuestario de Estados Unidos, exigirá una mayor remuneración.