MILENIO

Evidencia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

E l pacto final del Estatut más que facilitar el acuerdo en Andalucía orienta manifiestamente a los miembros de la Ponencia de la reforma sobre límites, contenidos, criterios y metodología a tratar y discutir. ¿Significa todo ello una debilidad andaluza con respecto a la política catalana? Para nada.

Al PA y a IU-CA les va a costar trabajo y algo más lograr un preámbulo semejante al catalán en lo concerniente a la denominación de Andalucía como nación, que es el objetivo al que aspiran ambas organizaciones desde la primera hora de la negociación. Una aspiración plausible, en todo caso, pero hay que aceptar la evidencia: no llega al 4% de la población andaluza los partidarios de esa denominación, y si bien puede aumentar en el transcurso de las próximas semanas es complicado pensar que pueda ser mayoritario en un futuro cercano. Otra cosa distinta sería hablar de un futuro a largo plazo.

Por lo demás las posiciones políticas no cambian en esta tierra. Arenas reaccionó ayer definiendo de «agravio» el acuerdo, aunque su compañero Josep Piqué mostró su «satisfacción» por el acuerdo; Chaves, un político champion (es el cuarto líder mejor valorado del país, y ya se sabe que los cuatro primeros equipos de la Liga juegan la Copa de Europa), afirmó, como era de precepto y tan propio de él, que el acuerdo beneficiaba a todos por igual; Valderas, por su parte, puso el acento en los aspectos sociales del futuro Estatuto andaluz, y Álvarez insistió en su proyecto (alternativo) de estatuto con los contenidos ya conocidos.

Llama la atención, sobre todo, la contumacia de Javier Arenas a la hora de practicar la suerte política desde la más pura escuela tremendista, que es probable que le resulte rentable a un Zaplana o a un Acebes, que son hijos de otros espacios y culturas, pero el prócer Arenas es de esta Andalucía que siempre ha expresado su admiración por los estilistas, en general. Los tremendismos han podido activar la curiosidad puntualmente andaluza pero nunca el fervor. Y lo extraño es que el avezado Arenas no haya aceptado ya evidencia tan contrastada.