LA COLUMNA

La segunda burbuja tecnológica

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La sombra del estallido de la burbuja tecnológica que se extendió desde finales de 1999 a mediados de 2002 recorrió ayer las bolsas mundiales. El temor a que pueda estar fraguándose un segundo crack surgió cuando la Bolsa de Tokio empezó a tener problemas que provocaron la suspensión de las cotizaciones. La causa fue la acumulación de órdenes de venta de la compañía de acceso a internet Liverdoor, cuando se supo que su vertiginoso crecimiento fue fruto de la falsificación de resultados para provocar una subida en las acciones. El miedo se extendió a todo el sector tecnológico, en especial a Google, Ebay y algunas empresas puntocom, y se reprodujo en todas las bolsas europeas, que cerraron a la baja. Llovía sobre mojado pues, casi simultáneamente, se hacían públicos los decepcionantes resultados de Intel y Yahoo, y se conocía una gigantesca estafa por internet que ha dejado a la Hacienda británica al borde del colapso tras un fraude, que posiblemente llegue a ser el mayor del país: consistía en usurpar la identidad de miles de trabajadores ferroviarios para solicitar pequeños pagos a través del portal digital del erario público.

Nadie ha olvidado la crisis de los valores tecnológicos de hace un lustro. Time Warner, America Online, WorldCom, Enron, Terra, Lycos, máximos exponentes de la llamada Nueva Economía, explotaron cuando se descubrió que utilizaron la contabilidad creativa para mentir a sus accionistas y a Hacienda; que sus dirigentes usaron información confidencial para enriquecerse; que engañaron a los bancos de negocios para que recomendaran sus acciones; que falsificaron papeles para superar los controles de las auditoras. Pero nadie escarmentó. Y la segunda burbuja puede estar a punto de reventar para desesperación de quienes aún tienen fe ciega en un modelo empresarial basado en crecer con pérdidas millonarias, valoraciones ficticias de activos inmateriales e inversiones que sufragan los codiciosos recién llegados.