MAR DE LEVA

Poli de guardería

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Antes de pegarse el enésimo trompazo con la moto (y sin carnet, para que luego digan de Montilla), el gobernador de California rodó una película, no sé si lo recuerdan ustedes, Kindergarten Cop, donde un capitán de detectives americano (pero con un horrible acento alemán) tenía que infiltrarse en una clase de preescolar haciéndose pasar por profe. Naturalmente, los parvulitos se lo comieron vivo.

Es una lástima que nuestros políticos no vean más cine, o no extraigan del cine las muchas lecciones valiosas que puede darnos. Ya han visto ustedes que, desde que se reinició el curso hace una semana, a la entrañable figura del conserje, el jefe de estudios, el profe algo locuelo, el profe quemado, el que está como unas castañuelas porque le faltan dos meses para prejubilarse y la profesora artista que borda y tricota ahora se le suma, cáspita, la del poli en la puerta. A este ritmo acabaremos como en aquella otra película añeja que el tiempo ha superado: Curso de 1984, donde los alumnos tenían que entrar en clase pasando por un detector de metales y los profesores los sacaban a la pizarra a punta de pistola. Delirante.

No digo yo que no hará falta, ojo. Ni que no haya centros que sean, como aquella otra peli (hoy llevo la mañana cinéfila, qué se le va a hacer), una jungla de pizarras. Pero la hipocresía de nuestra sociedad parece empeñada en satanizar la escuela, que tiene muchos problemas propios a los que nadie hace ni puñetero caso, a costa de desplazar hacia la escuela los problemas que la escuela no crea, sino que recibe. Porque, vamos a ver, si un colegio tiene doscientos o trescientos alumnos (y alguno hasta más), ¿se pretende poner un policía en cada clase, allí de pie junto a la papelera, firme en su puesto e impasible el ademán? ¿Aprovecharán así la collá nuestros guardias y harán de nuevo el bachillerato por libre, aquello que tanto horrorizaba a John Lennon? ¿Acabaremos asignando un policía a cada alumno, por aquello de que se pasan más horas en clase que muchos adultos en el trabajo, y que los colegios tienen muchos recovecos, muchas esquinas, muchas aulas, muchos servicios, muchos comedores, muchos patios? La historia demuestra que si la ciencia experimenta con ratones, la naturaleza crea ratones más listos. Y si en efecto fuera cierto que nuestros colegios son el coladero de droga y violencia y absentismo y retrasos que ahora se nos vende, lo único que se conseguirá con esta medida de protección extrema es que los camellos se busquen otros portalitos para continuar el negocio y aquí paz y luego gloria: seguro que la maría no se cultiva en los patios de recreo. No sé yo si, con eso de que tengan que madrugar para entrar en clase junto con los alumnos a las ocho o las nueve de la mañana, al final nuestros agentes de la ley y el orden acabarán demasiado agotados para hacer una ronda por la Punta, por las discotecas, por los sitios de la movida o la sentada, donde al parecer no hay problemas ni corre el alcohol ni las navajas ni las drogas.

La escuela, la educación, tiene que dedicarse a otra cosa distinta. Los profesores no son alguaciles de penitenciaría, y en su trabajo ingrato no debería figurar la de ser sheriff de ninguna ciudad sin ley. Medidas de cara a la galería como ésta, además, traen un efecto rebote que evidencia a las claras la falta de rumbo no de la escuela, sino de nuestra sociedad en conjunto. Ya leyeron ustedes aquí en LA VOZ el otro día como había chicos que, al ser entrevistados, no entendían que fuera nada malo fumarse unos porritos. Independientemente de que lo sea o no lo sea, lo triste es que no se comprenda que hay sitios y sitios para hacer ciertas cosas. Y en un colegio ni se debería colocar un centinela, porque a ese templo se va a realizar otra liturgia, ni se lo debe confundir con esos otros lugares donde el establishment no mira y cada uno va a su bola y hace lo que quiere. ¿Me atreveré a decir que el problema es que nuestra sociedad ha perdido el norte porque no comprende que en todo tiene que haber una escala de valores? ¿Me atreveré a decir que el problema es simplemente de moral social?

En el fondo no debe extrañarnos este tono a pre-carcelario que ahora le cae encima a los colegios. Los que están edificando ahora mismo, por no tener, no tienen ni ventanas que den al exterior. Y en educación no se trata sólo de tener luz. También es bueno que los chavales, desde sus pupitres, puedan ver un metro cuadrado de cielo.