EL MIRADOR PINCHITOS MORUNOS

El Bar Brin se queda viudo

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Cuenta una leyenda, que me estoy inventando ahora mismo, que a la calle Compañía la bautizaron con ese nombre porque hay un punto, equidistante tres metros de la cuchillería de Serafín y cinco de la tienda de Franma´s, donde el olor de los bollos del horno y el del café del Bar Brim se unían en perfecta armonía y compañía. Era como si un arcoiris en forma de desayuno se apareciera en plena calle, como la Virgen de la Palma cuando salió a parar las aguas, pero en durse.

La calle Compañía pierde uno de sus principales atractivos con el cierre del horno de los Bustelo. Muchas veces la liamos porque desaparece una estatua de tal sitio o cortan un árbol, pero no se forma ninguna plataforma por el cierre de una panadería. No sé porque, al igual que es un monumento la fuente de la Cuesta de las Calesas, no lo puede ser el bollo en forma de herradura y con relleno de crema que vendían en el horno de Compañía.

El horno no se cierra porque no fuera negocio, simplemente por cansancio de sus propietarios y por la falta de personas que sigan elaborando los dulces.

No es un problema, lamentablemente, sólo de este horno. Sé de muchos artesanos del dulce y la panadería de la provincia que se encuentran en una situación parecida, sin gente que les sustituya cuando decidan jubilarse y pueden perderse de esta manera otras joyas.

Los dulces son un patrimonio difícil de calificar. En todos los museos se conservan monedas, sarcófagos, medallas, pero jamás hemos visto en un museo la empanada que hacían en el horno de Compañía a media mañana, ni esos picos largos y crujientes que me daba mi madre de chico...y así estoy de bien criao.

Reconozco que disfruto más con medio viena con manteca colorá que contemplando un cuadro de Murillo en el museo...cosas de la incultura que padezco, pero al igual que conservamos esos magníficos cuadros sería interesante conservar estos otros tesoros de lo que es comé que son, como el cazón en adobo, patrimonio intangible de la humanidad.

Reconozco que es muy complicado, qué es muy bonita la idea pero difícil de plasmar, pero sería interesante reinventar, de alguna manera, la figura del aprendiz. Jóvenes que fueran empleados junto a estos artesanos para aprender su saber y, al igual que las pinturas de Murillo, se conservaran en el tiempo porque bollos como los del horno de Compañía no pueden desaparecer porque también son cultura. Desde enero de 2006, el café del Bar Brim está viudo...le falta su bollo de compañía.