CÁDIZ

El pintor que separó el Carranza de Zamacola

La calle Pintor Zuloaga se extiende a lo largo del barrio de La Laguna con el problema diario de la falta de aparcamiento

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Accediendo a la calle desde la Avenida de Marconi, dejando atrás el Hospital Universitario Puerta del Mar, la calle presenta su única bifurcación, con la calle Murillo. Como si se le ofreciera al visitante la posibilidad de quedarse con uno de los genios sevillanos del Barroco o con el pintor vasco al que se le ha dedicado una de las vías con más negocios de Puertatierra. Y no sólo por cantidad, sino también por variedad. Ferreterías, comestibles, lencerías, asadores, autoescuelas, copisterías, agencias de publicidad, tiendas de fotografía, fruterías, bares, pescaderías, joyerías, puestos de chucherías, repuestos industriales... componen este centro comercial donde encontrar aparcamiento es, según los propios comerciantes, imposible.

«Lo peor es que los clientes se espantan porque no hay donde dejar el coche; además, parece que van a por nosotros, no es normal que si alguien deja el vehículo mal aparcado cinco minutos ya tenga puesta la multa», se quejaba Santiago Ramos, propietario del almacén de suministros industriales que se encuentra en el ecuador de la calle, entre el Cantábrico y la Iglesia. «El problema es que no hay donde dejar el coche, pero tampoco se puede hacer nada porque no hay espacio», comentaba el propietario del videoclub VideoMatic.

Uno de los problemas a la hora de analizar la calle es que su longitud provoca que existan males diferentes. Al comienzo de la vía, dejando a un lado tanto Murillo como Madrazo, y cerca de la joyería Ópalo se encentra la tienda de golosinas Delicias. «Lo peor que tiene esta calle es la iluminación», sentencia Manoli Merlo mientras atiende a sus clientes. «Esta zona cada vez está peor, la calle está muy sucia, sobre todo por los orines y las heces de los perros», incidía Manoli, que culpaba de esta situación a la que la gente «no está concienciada» del daño que causan. A este problema se le une el ya referido del alumbrado. «A las siete de la tarde ya da miedo entrar por aquí, y eso se nota en una pérdida de clientes», explica.

Ricardo, que trabaja en la empresa Apto de Publicidad, es más positivo respecto a cómo se encuentra la calle. «Es una de las mejores zonas de Cádiz, y la calle no está mucho más sucia que el resto de la ciudad», analiza, dando por buena la sentencia de que cada uno cuenta la feria según como le ha ido. Al eterno problema del aparcamiento, Ricardo añade el del precio de los alquileres, «que están por las nubes». Lleva dos años en la zona, y comenta que una de las cosas que más le atrajo del lugar era el constante trasiego de vehículos.

Ventas en Navidad

Avanzando un poco por la calle comienzan a aflorar bares y restaurantes, la práctica totalidad con autorización para fumar «porque si no se nos marchan los clientes». Incluso hay una tienda con productos netamente gaditanos, La Alacena, propiedad del periodista gaditano José Monforte. Está enclavada en pleno centro de la calle y «las ventas ahora en Navidad suben más, porque si no nos tendríamos que ir para casa», comenta entre risas Virginia Sobreira, trabajadora de este establecimiento que, por su ubicación, sí tiene una «buena iluminación». Sobreira, además del habitual repunte de las ventas de la Navidad, indica que el verano es una época próspera para los comerciantes de Pintor Zuloaga. «Con la gente que alquila pisos y con el hotel Playa aquí al lado se vende muy bien en verano», resume.

Sin embargo, en verano cuando sopla el Levante, aparece un nuevo enemigo de la calle: el olor que despiden tres pozas. «Hemos avisado al Ayuntamiento en numerosas ocasiones, pero como el que oye llover, cuando sopla el viento en la calle no hay quien pare; más que el problema del olor, lo que nos preocupa es que pueda ser un foco de infección», comentaba Marta Serrano, vecina de la zona, que afirma que para comprar no sale del barrio «porque aquí tengo desde los juguetes para los Reyes de los niños hasta el pan para el día día».

Pero no sólo de pan vive el hombre. En la mitad de la calle se alza la parroquia de San Servando y San Germán. Huelga decir que ambos son los patronos de la ciudad. La parroquia está situada entre Pintor Zuloaga y la plaza César Vallejo -escritor de aquel verso en el que recordaba a su «burro peruano del Perú» y que, junto con Santa Teresa de Jesús y Bécquer forman la triada de escritores que, junto con los pintores, dan nombre a las calles del barrio de La Laguna-. Es famosa en Cádiz por lo peculiar de su planta y estructura.

Conforme se avanza por la calle se va presintiendo primero y admirando después la planta del estadio Ramón de Carranza; si bien que el campo de fútbol esté tan cerca «no supone ninguna ventaja a la hora de vender», como explica Juan Tey, propietario de la tienda de electrónica TEY. Él lleva 17 años en la calle, una década menos que Santiago Ramos, propietario de Suministros Ramos. Ambos coinciden en que existe una «caza y captura» de los coches mal estacionados y que «no hay quien aparque».