MANUEL CERÓN ROMERO SACERDOTE DIOCESANO

Un hombre coherente y fiel, un sacerdote de principios

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En el Hospital de San Juan de Dios, donde residía desde hace ya varios años, ha fallecido el padre Manuel Cerón Romero, sacerdote diocesano que, en el pasado mes de diciembre, había cumplido 82 años. Tras estudiar Humanidades y Filosofía en el Seminario Diocesano y Teología en la Facultad de Cartuja Granada y, una vez que recibió las Órdenes Sagradas, orientó su ministerio sacerdotal hacia la formación de los aspirantes al sacerdocio y hacia la pastoral litúrgica. Fue profesor de Latín del Seminario Conciliar de San Bartolomé de Cádiz y Beneficiado de la Iglesia Catedral donde ejerció las tareas de maestro de ceremonias.

Hombre extraordinariamente concienzudo, interpretó y vivió la disciplina litúrgica como un escrupuloso compromiso con las normas de la Iglesia y, sobre todo, con un espíritu de fidelidad a unos ritos que expresan de manera concreta la eclesialidad universal de la celebración de los sacramentos y, singularmente, de la Eucaristía.

Tanto sus palabras como sus gestos constituían la manifestación clara de sus altos niveles de autoexigencia. A veces, incluso, manifestaba su disgusto por la escasa atención que se presta en la actualidad a la liturgia de las horas, esa «escuela de oración» en la que, mediante la recitación de los salmos que nos dejó el Antiguo Testamento, y a través de la entonación de los himnos que nacieron en el curso de la historia de la Iglesia, nos hacemos portavoces de la humanidad e, incluso, de los demás seres de la naturaleza.

Su fallecimiento ha sido recibido con profundos sentimientos de dolor, de gratitud y de respeto. Ha muerto un hombre coherente y fiel: un sacerdote que, manteniéndose siempre incontaminado por las modas y al margen de los vaivenes de las novedades, jamás renunció a sus principios. Cuando muere un ser humano coherente no importan las discrepancias ideológicas ni las filias ni las fobias no compartidas. Ninguno tenemos derecho a juzgar las vidas ajenas ni, nos está permitido infravalorar a quienes afrontan la vida desde un ángulo diferente al nuestro. Que descanse en paz. / J. A. HERNÁNDEZ