OPINIÓN

Cara de nada

No habrá tiempo para otra cosa desde pasado mañana. Ni se hablará de la cabalgata de Reyes ni siquiera de si alguien entendió el cuento del video mapping

Yolanda Vallejo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Dicen que Robert Mamoulian, cuando dirigía a Greta Garbo en «La Reina Cristina», le decía «pon cara de nada», para que así el espectador pudiera decidir si la reina estaba triste, alegre, preocupada o estreñida y, sobre todo, para que nadie fuese capaz de distinguir a la actriz del personaje. La Garbo se tomó tan en serio el consejo de su director que acabó poniendo siempre cara de nada, lo que le sirvió para construirse un halo de misterio, una vida privada infranqueable y un alumbrado de diva que ni la muerte pudo apagar. Y es que Greta Garbo, en realidad, tenía cara de nada. Por eso era «la divina»; a la gente medio normal, como usted y como yo, se nos nota todo en la cara, y no porque sea el espejo del alma, sino porque no sabemos disimular y tampoco sabríamos poner cara de nada, aunque nos lo propusiésemos. Poner cara de nada es muy de políticos, algunos lo saben y lo ensayan a diario. Otros la traen ya de casa y apenas tienen que esforzarse, esos son los que más aguantan en la vida política y van pasando de un cargo a otro, de una institución a otra, sin despeinarse, por la cara, por su cara de nada.

En Cádiz ha habido concejales que, con su cara de nada, han ido enganchando un mandato tras otro, pegados al sillón del Pleno y consiguiendo que nadie hable de ellos, que nadie sepa qué hacen, qué dicen o que piensan. En los tiempos de Teófila Martínez se tenía la creencia de que la alargada sombra de la alcaldesa impedía ver los árboles y hasta el bosque, pero no era del todo cierto. Durante los veinte años del gobierno municipal del PP hemos tenido concejales con cara de nada a los que usted –y yo- seríamos incapaces de recordar ahora mismo, y mucho menos reconocer por la calle o acertar en su nombre. También los tuvo «Adelante lo que sea» en los ocho años de gobierno municipal, aunque en los últimos cuatro a los de cara de nada, había que añadir a los que tenían la cara más dura, los que pasaron de ir en el puesto catorce de la lista a ser concejal de todo, imprescindible, laureado y aplaudido por la monarquía. En fin, qué voy a contarle yo que usted ya no sepa…

Pero no iba yo hablarle de eso, no se preocupe. Sé que aún no ha terminado de quitar los adornos de esta Navidad –que, más que Navidad de cuento ha sido de novela en varios tomos, de lo larga que ha sido-, ni ha descolgado todavía el espumillón ese que siempre se queda olvidado en algún rincón, y que tampoco ha descambiado todavía los regalos de su cuñada y eso que este año se hizo el propósito de hacerlo todo el día después de Reyes porque pasado mañana ya estaremos a otro asunto y entonces, «en la ciudad de Cádiz» ya no se hablará de otra cosa ni habrá nada más importante que lo suceda cada noche en el Teatro Falla.

Nos preocuparán menos las listas de espera para los especialistas médicos, nos molestarán menos las viviendas turísticas –deseando estoy que la Junta revise las licencias aprobadas en el último año-, nos dará casi igual que el proyecto estrella de la Edusi se termine o no se termine, lo pague o no el Ayuntamiento; nos encogeremos de hombros cuando nos digan que el Cádiz está en puestos de descenso, no nos agobiarán tanto los grupos de turistas con su free tour y hasta dejaremos de prestar atención a la limpieza de la ciudad –que, por cierto, no está mucho más limpia que hace un año- y a los destrozos del patrimonio. Llámenos indolentes, irresponsables, ingenuos, desahogados o lo que usted quiera, pero es solo una manera de defendernos, de protegernos. Porque mientras otros ponen cara de nada, nosotros construimos, cada año, una fortaleza, una muralla que nos hace inmunes, durante un mes, a los males del mundo. No nos amansa, no se equivoque, ni nos atonta; nos hace más fuertes y nos permite respirar el resto del año. No es el Carnaval, no se confunda, es el concurso. Es esa llamada tribal que hace que, en apenas unas horas, se vendan todas las entradas para todas las sesiones de preliminares y que el público se entregue sin saber qué es lo que va a ver. Eso es lo que me parece más fascinante del concurso de agrupaciones carnavalescas y es eso, justamente, lo que lo hace distinto a todo y difícil de explicar al que no es capaz de desentrañar el código.

No habrá tiempo para otra cosa desde pasado mañana. Ni se hablará de la cabalgata de Reyes ni siquiera de si alguien entendió el cuento del video mapping –qué manía con llamarlo así- o si le dieron un premio –o le dio a usted un infarto- por ir a todas las actividades programadas durante la campaña de Navidad por el Ayuntamiento, que no es que haya tirado la casa por la ventana, sino que ya no estábamos acostumbrados a que se invierta en ocio en esta ciudad. No habrá tiempo para el análisis, ni para las valoraciones, porque se abren las puertas del paraíso del 3X4 y, qué quiere que le diga, yo no sé poner cara de nada, pero sí sé poner el contador a cero para empezar de nuevo. Igual que usted.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación