OPINIÓN

Cádiz, fuera de serie

No conozco ciudad más agradecida que la nuestra cuando hay que estar a la altura y volcarse con un evento

Yolanda Vallejo

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Pues parece que lo del otoño caliente no era una frase hecha; ya ve, superados los viejos complejos del marzo que mayea y esas cosas que dice el refranero, será por efecto del cambio climático o por lo que sea, lo cierto es que este octubre está haciendo el agosto, nunca mejor dicho. Los negacionistas de todo –que los hay- dirán que no son novedosos estos sofocantes treinta grados en la fecha en la que estamos, e incluso habrá quién le diga que «de toda la vida de Dios», en Cádiz se han comido los Tosantos en la playa, pero a mí, con este calor, no se me ocurre nada bueno. Me está trastornando tanto calor, y no solo me pasa a mí, no se haga el sorprendido, porque todos hemos caído en la tentación de la disonancia cognitiva, y aunque el cuerpo nos pida playa, la cabeza nos dice que cada vez faltan menos hojas de almanaque para la Navidad y que ya va tocando poner el puchero.

Yo pensaba que lo peor ya había pasado. Que el del puesto de castañas asadas en San Antonio en pleno mes de julio era lo más surrealista que podía ver en mi vida; pero me equivocaba, y cuánto. Hay dos comercios en el centro de Cádiz –dos, insisto- que venden turrones artesanales –eso dicen- como si mañana mismo nos fuésemos a comer el pavo, o como si se lo fueran a comer los turistas, que son fundamentalmente, los potenciales compradores, más que consumidores, de los turrones de donuts, de pistacho o de chupa-chups –no busquen turrón de Cádiz, que es otra cosa-, de los guirlaches, y de las garrapiñadas. También hay una tienda de polvorones en el centro; polvorones, tortas pardas, alfajores… pero usted sigue con su silla y su toalla, inasequible al desaliento, caminito de la Caleta, porque este calor va a acabar con nosotros.

Y no solo está haciendo octubre el agosto en lo meteorológico –hablar del tiempo se ha convertido para mí en una costumbre-, sino en lo turístico, en lo económico y en lo cultural. Un verano prolongado con un ritmo frenético que no hay quien lo siga sin volverse loco. Esta semana, mientras Alcances reconvertido resiste, como puede, al paso del tiempo y a lo que pasa la gente de este festival, se han instalado en San Juan de Dios y en la puerta de la Casa de Iberoamérica, unas calaveras gigantes, con muchos colores -y mucho potencial instagramero, todo hay que decirlo- inspiradas en una de las fiestas más tradicionales de la cultura mexicana, el Día de Muertos, que se hizo popular –más popular- en nuestro país después de que el niño Miguel nos cantara aquello de «Recuérdame» en la empalagosa«Coco». Los «Mexicráneos», que están siendo el asombro de propios y extraños, rodean la fuente de los chorritos e incuso ayer pusieron el punto colorista a la procesión de la Patrona, en un día de fiesta que no era festivo, -porque el festivo había sido el viernes, que era festivo sin ser fiesta y esas cosas tan raras que pasan en Cádiz y que nos dejan con cara de tontos- y además, coincidían con la celebración del South Internacional Series Festival que nos tiene desde el pasado viernes paseando por las alfombras rojas, nunca mejor dicho.

Algo así como «Everything Everywhere All at Once», la frenética película de Dan Kwan, que aquí se tradujo como «Todo a la vez en todas partes», porque no nos da la vida para tanta cosa en Cádiz, desde que empezó el otoño, qué quiere que le diga. Que por si el anterior equipo de Gobierno no nos daba sopa, este nos está llenando el plato hasta arriba, y a ver si somos capaces de digerirlo y no nos empacha. De momento, después de mezclar la Virgen con las caninas y con las estrellas del photocall, me he convencido de que Cádiz es una ciudad, no de serie, sino «fuera de serie», porque aguantamos lo que nos echen y nos echamos a la calle con lo que sea; ya ve, regatas, procesiones, carnaval, fútbol... Y eso está bien, porque aquí seguimos liderando las listas del paro, no tenemos vivienda, no hay industria ni, casi, comercio, la natalidad va en picado, pero no conozco ciudad más agradecida que la nuestra cuando hay que estar a la altura y volcarse con un evento.

Quién sabe, quizá es ahí donde está nuestro futuro, quizá nos convendría poner los huevos –en sentido metafórico- en esa cesta y empezar a soñar con un Cádiz que pueda ser referente en la celebración grandes eventos de la cultura, como Málaga lo es ya para los museos o San Sebastián para el cine. Piénselo, en el último año hemos acogido la IX edición del Congreso Internacional de la Lengua Española –aun ondean al levante las palabras en los balcones-, y la entrega de los premios MAX de Teatro. Nos hemos entregado a la Regata de Grandes Veleros Magallanes-Elcano y a la celebración del Campeonato de España Absoluto por Clubes de Natación Adaptada, y hasta fuimos –o eso nos dijeron- el centro de Europa en la reunión de la UE para la Cooperación al Desarrollo.

El próximo jueves se clausura esta primera edición del South International Series Festival –esta manía de poner el nombre en inglés- que ha superado las expectativas con respecto a la ciudad, pero… no se vayan todavía, que aún hay más, porque el próximo fin de semana vuelve la Sail GP, que por tercer año consecutivo ha elegido Cádiz para celebrar las pruebas del campeonato y al siguiente, comienza el FIT. Y luego vendrán los Tosantos y, a este paso, nos comeremos las castañas en la playa y terminaremos como Jack Nicholson en 'Algunos hombres buenos', ya lo verá: «soy un hombre razonable, pero me temo que este jodido calor me está volviendo loco». Y no solo.

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