Agosto

Llevo agosto clavado lo mismito que una pena y lo que quiero son lluvias, chaparrones, nubes negras

Antonio García Barbeito

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Agosto es un mes que llevo clavaíto en la nacencia, que cerca de san Lorenzo -pared con pared, las fechas- celebro mi cumpleaños, aunque lo hago sin velas, que no estoy para llamitas con el infierno a la puerta desde el día que nací y buscando brisa fresca, las aguas claras del río, el frescor de la marea, una noche en algún patio o allá en lo alto, en la era. Para llamitas no estoy, ni siquiera para verlas. Que la calle es una antorcha y no hay quien tenga la fuerza para apagarla de un soplo, ni el dios Éolo que viniera. ¿Apagar llamitas yo? ¡A ver quién es el guaperas que intenta, no ya apagarlas, con un cerillo encenderlas! No está agosto para andarse jugueteando con ellas, que una llama en estos días es una navaja abierta y deseando cortarle el cuello al frescor que venga.

Las noches de agosto vienen con las manos como hogueras. Amanece ya con fuego y arde la luz mañanera; se achicharra el mediodía y se achicharra la siesta; y las tardes son un frente de llamas como guerreras que conquistan territorios debajo de las estrellas y aun alargan su conquista hasta el alba. Vaya guerra. No hay agua que sepa fría, aunque el gañote agradezca su paso por la garganta, y mucho más si chorrea y nos moja todo el cuello. Digo el agua, ¿y la cerveza? Ha de estar metida en nieve, sea de grifo o de botella, y beberla de un tirón, que si no, se te calienta, que el aire caliente ronda y la espuma merodea para calentar el trago y así amargarnos la fiesta. Llevo agosto clavaíto desde que empecé en la teta, que agarrado a aquellas cumbres de la pobre de Modesta, donde superé tres años de mamón, derecha, izquierda, sufrí el horror del calor, aunque no me diera cuenta. Matado estoy de calor, marcado a fuego, de veras. Y por eso en estos días donde hierven las calderas de ese tal Pedro Botero que es feliz entre candelas, me arde la carne y me arde la sangre, la vida entera. ¿Velitas de cumpleaños? ¡A ver quién viene con velas! ¡Poned cubitos de hielo donde las llamitas tiemblan, y el aire acondicionado que sople, sople con fuerza, hasta convertir en nieve el aire que me rodea! ¿Regalos? ¡Polos de nieve, cortes de helado (que sea mejor nata y chocolate, que no me gusta la fresa), granizada de limón, productos de la nevera…! Y si me regalan ropa, que sean de escarcha las prendas; y si viaje, a un glaciar con iglú y con focas cerca. Y para comer, tortilla de carámbanos, muy hecha, y de postre, macedonia de copos de nieve. ¡Ea! Que llevo agosto clavado lo mismito que una pena y lo que quiero son lluvias, chaparrones, nubes negras. Por eso le estoy rezando a la Virgen de la Cueva.

antoniogbarbeito@gmail.com

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