OPINIÓN

El valor de la palabra

Todos sabemos quienes son esa gente con palabra, en mi caso particular son muchos

Nandi Migueles

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Cuentan que María Guardiola, la próxima presidenta de Extremadura, es considerada todo un cerebrito en economía presupuestaria y hacienda, en contabilidad pública, en contratación administrativa, en gestión de subvenciones, prestaciones y en servicios sociales. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas, donde para más mérito consiguió firmar uno de los mejores expedientes académicos de su promoción. Tiene un diez como estudiante y profesional, pero como persona está demostrando tener un cero. Sin personalidad sin valores, sin valentía ni palabra. Juró y perjuró en numerosas ocasiones que jamás gobernaría con Vox en su región tras las elecciones del 28-M. No puedo dejar entrar en el Gobierno a quienes niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes deshumanizan a los inmigrantes, a quienes tiran a una papelera la bandera LGTBI…

En fin, todo un personaje que a nadie sorprende por su actuación porque como sabemos, ella no ha sido la única en política, ni será la última, que ha cambiado su discurso. Pedro Sánchez dijo que nunca pactaría con Bildu y lo hizo, Pablo Iglesias despotricaba a degüello de la «casta» y se compró un chalecito a los pocos días de entrar en el gobierno, nuestra infanta Cristina dijo 550 veces «no sé, no recuerdo o lo desconozco» y sus palabras le sirvieron para librarla de la cárcel, Aznar nos metió en una guerra aludiendo a la existencia de armas químicas y luego en los atentados responsabilizando a ETA y aún no ha pedido ni perdón...

En carnaval la palabra tampoco tiene mucho valor. La gente se pasa de un bando a otro en un santiamén, aunque haya jurado y perjurado que jamás saldría con Fulanito o Menganito, o lo que es peor, que sentía tus colores a muerte y que era capaz de tatuarse en el corazón el nombre de su autor.

El valor de la palabra en carnaval es igual que el de la amistad. Cuando estás arriba alguna gente de tu grupo te tiene en un altar, considerándote una gran persona y un amigo para siempre. Lo malo es cuando no triunfas de igual manera. El amigo pasa a ser excompañero, tus problemas ya importan menos, tus fracasos se convierten en sus éxitos y si para colmo queda por encima en la clasificación, la sonrisa que muestran va diciéndote «te jodes, lo bien que hice yéndome».

De nada habrán servido los favores, las oportunidades, los consentimientos, las compensaciones particulares, los halagos, el mirar para otro lado, el hacer oídos sordos, el excusarlo ante los demás, eludir el agravio comparativo, tener paciencia, darle cariño, obviar su falta de compromiso, dejar que se saltara las normas, que asistiera cuando quisiera a los ensayos, ser a veces su sicólogo, su confesor, su aliado, su confidente, su padre, su compañero…su amigo. De nada habrá servido todo esto para pasar de héroe a villano en un segundo.

Nada os debe sorprender que estas cosas ocurran en las agrupaciones de carnaval, la palabra tiene poco valor hoy en día tanto en carnaval como en la vida real, al fin y al cabo, todos hemos incumplido nuestra palabra alguna vez, bien para salvar a alguien o por beneficio propio.

Muero con esos componentes que llevan o se han llevado toda la vida con el mismo autor, Juan Rivero, Antonio Carlos, Maera, Juan Lucena… todos sabemos quienes son esa gente con palabra, en mi caso particular son muchos. Millones de gracias, soy muy afortunado de teneros.

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