Felicidad Rodriguez - OPINIÓN

Verano del 17

El verano está dando sus últimos coletazos

FELICIDAD RODRÍGUEZ

El verano está dando sus últimos coletazos. Excepto los que aprovechan septiembre para sus días de descanso, el resto del personal ya ha comenzado con las actividades cotidianas. El 31 de agosto, y no el de diciembre, es el que marca realmente el punto de inflexión en la organización de nuestra anual rutina. Las inmensas y pesadas mochilas de los tiernos infantes, y el inicio del curso político, son señales que nos demuestran la cruda realidad: el verano se acabó. Vuelta al cole, a la repesca de septiembre, al trabajo, a los madrugones… En fin, lo de siempre. Aunque este verano ha sido diferente. De entrada, Puigdemont y los activistas de la CUP decidieron adelantar su final con el esperpento de la independencia, usando incluso para ello la manifestación por los horribles asesinatos de Las Ramblas. No ha sido el caso de Cádiz que, por lo que se está viendo, lo de la gestión de la cosa pública se mantiene en un eterno veraneo. El verano también ha sido un poco distinto para los veraneantes que se han encontrado con las pancartas de “turista, vete a tu casa”. El verano del 2017 ha sido, junto al desafío catalán, el de la turismofobia. Hasta en Logroño han pedido que se desvíe el Camino de Santiago bajo el lema “Menos peregrinos, más barato el vino”. Ha sido el verano de los debates sobre los modelos de turismo y el turismo de calidad. Aunque, sinceramente, yo no tengo muy claro que significa eso de turistas de calidad, dejando aparte, por supuesto, a los protagonistas de las broncas y destrozos en algunos lugares del litoral español o a los que acuden masivamente a determinados festejos para formarla, que no son turistas sino gamberros. Podría ser que con el término nos refiramos a los que dejan mucho dinero, aunque no todos coinciden en esta apreciación. Al menos los que enarbolaban la pancarta con “tu lujoso viaje es mi miseria diaria”. Sin duda no deben ser parientes de alguien que trabaje en un sector relacionado con el turismo, de ninguno de esos trabajadores que ocupan el 13% del total de los puestos de trabajo en España. Pues mientras España sea uno de los países más envejecidos del mundo, mientras no nazcan más niños, mientras no desarrollemos otros modelos productivos, lo que estaría muy bien pero que no se produce de la noche a la mañana, a ver quién le paga la pensión a los de la pancarta con la eliminación de la fuente de alrededor del 12% de nuestro PIB. A mi me da que los turistas de calidad tienen muchas tipologías. En Cádiz, por ejemplo, los miles de turistas que vienen en los cruceros, aunque sea solo por un día, que podrían convertirse en altavoces de nuestras bondades; las numerosas familias que eligen nuestras playas, aunque no hagan grandes dispendios; los privilegiados moradores de yates como el que tuvimos en el muelle hace escasas fechas; los que podrían venir a conocer nuestro patrimonio, y un largo etcétera. Me da que lo de la calidad no está tanto en esa diversa tipología sino en el mimo que le demos a nuestra oferta. Un Cádiz cuidado, con todo su patrimonio, natural, urbanístico o cultural, puesto en valor es lo que necesitamos. Aunque, desgraciadamente, las últimas imágenes de los roedores campando a sus anchas solo atraerían a los especialistas en preventiva.

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