Adolfo Vigo del Pino

Vade retro, Satanás

Atrás quedaron las visitas para ver a esos difuntos que no veíamos desde el año pasado

Adolfo Vigo del Pino
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Ya pasó el fin de semana de los difuntos, de todos los santos, de halloween, o como quieran llamarlo. Atrás quedaron las visitas para ver a esos difuntos que no veíamos desde el año pasado, las castañas, almendras, huesitos de santo y buñuelos, las brujas, momias, vampiros, y hasta algún zombi que se escapó del cementerio.

He de confesar que nunca he sido de celebrar halloween, pero son tantas las fiestas paganas que se han ido incorporando a nuestro almanaque que sin duda esta se irá añadiendo al mismo porque una fiesta es una fiesta, y esto es España. Es más, me negaba a que dicha fiesta se instaurara en nuestro católico calendario, pero cierto es que eso es así mientras que no tienes una pequeña en tu casa que quiere celebrar la fiesta al igual que sus amigos o como han hecho en la guardería.

Entonces es cuando te planteas el mal que puede hacer el vestir a tu hijo con un disfraz de algún monstruo comprado en el chino de la esquina, vaciar una calabaza para recortar una cara fantasmagórica, ir por las escaleras de tu edificio llamando a las puertas y diciendo aquella mal traducción inglesa de «truco o trato» o, simplemente, asistir a una fiesta para niños teniendo por excusa a Halloween.

Es ahí cuando las voces doctas de la iglesia te sacan de nuestra supina ignorancia y nos hacen ver que esa fiesta es la peor que puede celebrar un cristiano. Es una fiesta maldita y el epicentro de todo calendario satánico, que la verdad que a estas alturas de mi vida poco o nada me importa lo que celebren esos satánicos, mientras que después lo dejen todo recogido y limpio. Esas cosas de las celebraciones satánicas yo creía que solo se daban en los capítulos de los hermanos Winchester, o de una forma más suave en los episodios del «poder de tres» de las hermanas Halliwell o de Buffy, aquella cazavampiros que alegro nuestra adolescencia. Pero por lo visto no es así. Según nos dicen en una simple fiesta para niños puede manifestarse el propio Belcebú, y es algo que me da miedo, porque fiestas de esas se han celebrado alguna que otra en nuestra ciudad. Claro que por aquel entonces no estaban estos hombres sabios para alertarnos y no eran fiestas de Halloween sino “Escuelas del terror”, y a lo mejor si no va la palabra maldita el diablo se confunde y no aparece en la fiesta. Miren ustedes, ¿de verdad creen que por vestir a mi hija de brujita, salir a la calle a pedir caramelos o poner cuatro telarañas en mi casa estoy invocando al diablo? El demonio no necesita de esos artificios para manifestarse, es más, creo firmemente que a Satanás no le gusta la publicidad, prefiere mantenerse escondido ejerciendo su maléfico adoctrinamiento. Es por ello, que estoy convencido de que el demonio se manifiesta día tras día en nuestro interior, en esos actos de idolatría que cometemos, en ese fariseo perdón al prójimo que realizamos de cara a la galería, en esos golpes de pecho que nos damos pero midiendo la fuerza no nos vayamos a hacer daño, en esos arrepentimientos de sepulcros blanqueados. Es ahí donde el demonio celebra una y otra vez su día grande.

Y es que en ocasiones el demonio no huele a azufre sino a esa gomorresina obtenida del abrótano y que al quemar despide un olor muy aromático.

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