Felicidad Rodríguez - OPINIÓN

Síndromes

Un síndrome es un conjunto de síntomas y signos que configuran un cuadro clínico que tiende a aparecer con características similares en diversos pacientes ...

Un síndrome es un conjunto de síntomas y signos que configuran un cuadro clínico que tiende a aparecer con características similares en diversos pacientes, de manera que, una vez identificado, hay que intentar esclarecer sus posibles causas o, lo que es lo mismo, llegar a un diagnóstico etiológico. Hoy día, en nuestra sociedad moderna, el diagnóstico sindrómico ha traspasado el ámbito sanitario para instalarse en otras muchas esferas de la vida cotidiana, por lo que el número de entidades sindrómicas se ha disparado. Hablamos del síndrome postvacacional, del de hybris o aquel de los que piensan que lo saben todo, del síndrome nomofóbico a quedarse sin móvil y un largo etcétera. Entre los nuevos síndromes tenemos también el del pequeño emperador o del niño tirano. Este último viene al caso a raíz de las recientes imágenes de una profesora de Rota con el ojo amoratado por el ataque de una menor que no estaba conforme con las pautas educativas que se le estaba ofreciendo. No es un fenómeno aislado y no es raro que, sin llegar a la agresión física, muchos profesores se vean amenazados o insultados por aquellos a los que deben formar. La dictadura violenta de esos niños no se limita a los docentes. Muchos compañeros se ven también amedrentados por las conductas de aquellos otros que creen que tienen el derecho a hacer lo que les de la gana sin más límite que la imposición de su santa voluntad. Unas conductas, propias de auténticos matones, que también se trasladan al ámbito familiar. Las agresiones de hijos a padres han aumentado de forma exponencial en los últimos años. Unos niños que se han acostumbrado a no recibir nunca un no por respuesta, convirtiéndose en prototipos de ese síndrome del emperador, y que acaban desarrollando una intolerancia a la frustración que estalla en violencia cuando alcanzan la adolescencia. El término de ‘síndrome’ tiene un cierto componente exculpatorio. Se trata, al fin y al cabo, de un término de origen clínico, por lo que parece que esa intolerancia a la frustración surge igual que lo hace la intolerancia a la lactosa. Y no es exactamente así. Un niño es egoísta por naturaleza y es la educación, que empieza en casa, la que debe ir moldeando a los más pequeños, corrigiendo conductas, enseñando que los derechos y los deberes son las dos caras de la misma moneda y diciéndoles no cuando todavía se les puede decir no. Otra cuestión distinta es si nuestra sociedad está realmente dispuesta a ayudar a los padres, o a los cuidadores como se dice ahora, en esa tarea. No hace mucho la Fiscalía pedía 35 días de trabajo comunitario y 6 meses de alejamiento de su casa a una madre denunciada por su hijo de 11 años. El motivo, un bofetón puntual ante una conducta violenta de aquel. O el caso, también reciente, de otra madre para la que se pedía 9 meses de prisión por malos tratos ya que, para quitarle al niño de 15 años el móvil para que estudiase, se produjo un leve forcejeo. Hay que tener en cuenta que el Código Civil eliminó lo de corregir razonable y moderadamente a los hijos. Eso sí, los padres pueden recabar el auxilio de la autoridad si el niño les pega. A lo mejor es a nuestra sociedad a la que le vendría mejor el diagnóstico de padecer algún tipo de síndrome grave.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación