OPINIÓN

Siete años

Nunca me sentí atemorizado ni cautivo de algunas opiniones o críticas externas y mucho menos sometido por aquello del bien quedar con todos

¡Cómo pasa el tiempo! En esta semana se cumplen siete años desde que comencé a escribir estos artículos o más bien aspirantes a ello. Seguramente no he aprendido a redactar con más pericia con el transcurrir del tiempo y creo que ya tampoco seré capaz de instruirme mejor para poseer más soltura gramatical o mayor técnica literaria. Pero en estos últimos siete años he aprendido mucho como articulista mediocre. Lo más importante de todo es a ser más libre. Nunca me sentí atemorizado ni cautivo de algunas opiniones o críticas externas y mucho menos sometido por aquello del bien quedar con todos. Se me podrá tachar de simplón, de junta letras e incluso de precario en mi lenguaje escrito, pero jamás de cobarde o temeroso por las represalias. Siempre he intentado llamar al pan pan y al vino vino, o al menos lo intenté. Esta manera de hacerlo no me ha hecho rodearme de tantos enemigos como podría parecer, pero sí me ha evitado envolverme de ‘amigos’, esos cuyas principales virtudes son el peloteo y dar cabezazos arqueando el torso hacia todo lo establecido. Escribir exclusivamente de lo bonito y cordial de nuestro carnaval es muy fácil. Hasta yo podría hacerlo. Podría decir que todas las comparsas me encantan y que sus autores me parecen grandes genios de la pluma y así establecería una relación amable con todos ellos por el resto de mis días. Comentar por ejemplo que cada año nuestros cuartetos son un modelo de imaginación y creatividad en nuestro concurso me haría quedar tan bien con esos grupos que incluso me sacarían en algún chiste gracioso de su repertorio o como figurante en una de sus parodias. Escribir únicamente de lo bueno de nuestra fiesta es bastante sencillo, decir que los coros son el alma mater de la fiesta en la calle y que las chirigotas son la gracia y el arte de Cádiz personificada conllevaría a que sus componentes y autores me colocaran en un sitio privilegiado de su corazón.

Si en éstas líneas mencionara que todas las agrupaciones ilegales son la esencia y espontaneidad del verdadero carnaval de Cádiz haría que mi lista de amigos y simpatizantes creciera de una forma inmediata. Podría comentar aquí también que acepto con deportividad todos los fallos del jurado y quedaría con ese gremio de mil maravillas y como un caballero, o escribirles que me parece magistral toda las gestión que realiza el ayuntamiento, el patronato o las de nuestros políticos locales y tendría como aliados a todos los miembros, trabajadores, técnicos y concejales de fiesta que han ido pasando por el consistorio y que trabajan para nuestra fiesta. Para terminar podría contar en éstos renglones cuan maravillosas y originales me parecen las editoriales, crónicas, valoraciones y artículos que hacen nuestros periodistas y comentaristas sobre las agrupaciones durante el concurso y seguramente tendría al cuarto poder de mi lado para lo que me queda de vida.

Siete años dan para mucho. El quedar bien con todo el mundo o escribir sobre aquello que no ocasione un desgaste para alguien es muy sencillo. Me encantaría ser ese tipo de persona que no se mete en ningún charco, que opina siempre lo que dice la mayoría y así no tener problemas con nadie o tal vez ser de los que pasan de todo y viven su vida sin más historias, pero mis padres me hicieron de otra manera, un tocapelotas, como dice mi amigo Ripoll.

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