Enrique Montiel de Arnáiz - OPINIÓN

Querido troll

Lo tuyo ha sido siempre molestar, ser grosero, faltar el respeto, perdonar vidas, calificar

Enrique Montiel de Arnáiz
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Querido troll, al fin acaba hoy tu ardua labor. Sé que será difícil acostumbrarse a una vida de respeto y corrección; es más, puede que sea hasta complicado adaptarte y necesites ayuda profesional: ser demócrata no es lo tuyo. Lo tuyo ha sido siempre molestar, ser grosero, faltar el respeto, perdonar vidas, calificar. Oh, sí, cuánto te ha gustado calificar. Has calificado de «rojos» o «fachas» a tus amigos o conocidos, a gusto del consumidor, sin ambages. Si no muestran simpatía, si piensas que no van a votar a lo que la directriz del pensamiento único –el tuyo– marca, son despojos de la sociedad: no merecen respeto alguno. Te he visto antes, te he leído en el pasado, el día después de unas elecciones, hiriendo, gruñendo y despotricando contra todo aquél que impidió que tu partido triunfara: «sois borregos, corruptos, gili*****s».

Querido troll, sé que en tu especie conviven dos tipologías: el troll a sueldo y el troll de raza. El primero es un simple funcionario de partido, asociación, plataforma o círculo, un ‘comunicador’ del lado oscuro de la Fuerza cuya misión es burlarse de los contrarios, despreciar informaciones, intimidar en los blogs y RRSS, favorecer los intereses de tu pagador con tu don, tu trolleo. En esta era en la que todo va más rápido –casi en 5G– es fundamental tener soldados como tú, peones que generen intención de voto, que ridiculicen al enemigo, que lo eleven a categoría de bufón. Estás al alza.

Querido troll, no es a esta tipología a la que tú perteneces (y lo sabes). Tú eres troll de raza, de los fetén de toda la vida, los que hace ochenta años encerraban en checas o fusilaban en cunetas al amanecer, los que aplican el exceso o el defecto de celo en función del color del carnet del de enfrente. Tú eres un troll ‘güeno’ puro de oliva virgen extra, la gran esperanza blanca, y mañana te despedirás a lo grande, hasta la próxima. Será majestuoso: tu regalo adelantado de Papá Noel es una ametralladora de insultos de gran calibre. Party time, fin de fiesta. ¿Y luego? ¿Qué quedará al acabar? Tu patética mediocridad. El resentimiento y el odio. Y la puta democracia.

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