Presupuestos

Durante las próximas semanas no vamos a parar de hacer conjetura

Felicidad Rodríguez

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Si alguien nos hubiera preguntado el mes pasado sobre la eventualidad de que una persona sin escaño en el Congreso pudiera ser el Presidente del Gobierno, muchos de nosotros, por puro desconocimiento, hubiéramos contestado que eso no era posible. Si, además, tenemos en cuenta que en los dos últimos años, hemos pasado reiteradamente por las urnas, cuando lo normal es hacerlo cada 4, llegaremos a la conclusión de que vaticinar, en política, es hoy tarea harto difícil. Hasta Maquiavelo, ese analista de mala fama y de primer nivel, al que debemos diagnósticos políticos como «el fin justifica los medios», lo tendría complicado. Aún así, sea lo que sea lo que depare el futuro, durante las próximas semanas no vamos a parar de hacer conjeturas. Algunas de ellas, pocas en realidad, se centran en lo que va a pasar con los Presupuestos Generales del Estado. He leído en varios medios que «si todo sigue su curso normal», el debate, sobre la Ley más importante para la vida cotidiana de los españoles, comenzará en el Pleno del Senado el próximo 19 de junio. A partir de ahí, ya surgen los vaticinios sobre lo que ocurrirá con los PGE durante su tramitación en la Cámara Alta. Naturalmente, como todos, también me sumaré a elaborar hipótesis aunque, de entrada, lo que de verdad me choca es la naturalidad con la que aceptamos eso de «que si todo sigue su curso normal».

Para mi que lo normal sería que los Presupuestos Generales del Estado se aprobasen, como se hacía hasta el año 2015, durante los últimos meses del año anterior y no a la mitad del año en curso. Es obvio que la aritmética, con la fragmentación que existe en el arco parlamentario, impide, físicamente, que lo que a mi me parece cronológicamente normal pueda realmente ejecutarse tal cual; menos obvia me parece la naturalidad con la que vemos que la subida de las pensiones, poca o mucha, tenga que retrasarse a agosto o septiembre, cuando podría haberse producido desde enero, que los incrementos para el empleo público se demoren 8 meses, o que la subida salarial para los empleados públicos y el principio de la equiparación de los sueldos de la Policía a los de los Mossos y a los de la Ertzaintza solo pueda disfrutarse 5 meses de los 12 que tiene el año. No deja de ser curioso que todos queramos la construcción de un nuevo BAM en la Bahía de Cádiz, por eso de la carga de trabajo, que deseemos que se reordene el nudo de Tres Caminos o que se construya el trazado ferroviario de Algeciras a Bobadilla, pero parece no preocuparnos tanto su retraso o la imposibilidad de ejecutar en pocos meses lo que tendría que hacerse en un año. Como con la división parlamentaria ha sido imposible sacar unos presupuestos en fecha, tendremos que contentarnos con que, al menos, este año terminen por salir. Supongo que no habrá grandes problemas para ello, incluso con el veto de Podemos, Ezquerra y el grupo catalán o con la hipotética enmienda a lo acordado con el PNV, ya saben ese grupo que lleva a gala el maquiavélico principio de «la promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente». Al fin y al cabo el nuevo Presidente ha hecho suyos los presupuestos que hace dos meses también vetó. Sobre los del 2019, tendremos tiempo de hablar.

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