Patrimonio natural

Si la provincia de Cádiz tiene un patrimonio turístico y natural reconocido en toda España, e incluso en otros países, son sus playas. Gozan de un prestigio inigualable por su belleza, por su extensión y sus servicios. Por más que la provincia tenga Sierra y una Campiña rica en paisajes, historia, atractivos y recursos, por más que posea un conjunto monumental asombroso, las playas son las protagonistas del cartel cuando se le pregunta a cualquier español o europeo por una visita a tierras gaditanas.

Esa realidad innegable hace que cuidar ese escaparate impagable sea una obligación de todos, instituciones y ciudadanos, empresas y colectivos sociales. Más que un tesoro, denominación algo manida, se trata de una fuente natural de riqueza que es preciso mantener para que siga surtiendo magnetismo y promoción a una zona que tiene en el turismo uno de sus últimos sectores económicos sólidos y rentables.

Y esas playas tienen, en las banderas azules, una especie de termómetro, de sistema de control y chequeo general que permite observar su evolución, su cuidado.

La lista de enseñas de este año consolida a la provincia como la andaluza con más premios y, además, el territorio de toda la geografía española que más enseñas incorpora. El revés circunstancial de Sancti Petri es un incidente técnico que apenas durará un año. Pero más allá de la casuística local, comarcas como la Bahía de Cádiz o el litoral de La Janda y la Costa Noroeste conservan todo lo que tenían. La capital, también. Cádiz, con un total de 29, se mantiene como la provincia que tiene más distintivos de una de las comunidades autónomas con más banderas. Así que hay motivos para felicitarse pero sin confianzas porque se trata de una labor continua, que nunca termina. Los kilómetros de costa y su vulnerabilidad a cualquier descuido hacen que la tarea sea crónica. Los municipios gaditanos que tendrán, al menos, una bandera azul superan la decena y sorprenden los casos de la recuperación de El Puerto de Santa María, de Rota o Chipiona por la cantidad y calidad de las playas que reciben el reconocimiento de la asociación estatal que las concede previo control de su estado.

Todas esas localidades tienen, más que un motivo de orgullo, una responsabilidad que mantener, una riqueza colectiva que custodiar.