OPINIÓN

Pablito hasta en la sopa

Podemos se hunde y a su líder sólo le queda decir barbaridades en los medios

de comunicación a los que denosta para tratar de volver a ser protagonista

Pablo Iglesias, junto a Pedro Sánchez

Uno de los argumentos más recurrentes en estos últimos años de la izquierda radical, y no tan radical, de este país es cómo es posible que haya gente que aún vote al Partido Popular o al PSOE con lo que han mangado esas criaturas. Casos de corrupción que han salido como setas en otoño. ERES, Gürteles y demás. Por doquier. Ciertamente no les falta razón. Y bien que lo han pagado unos y otros –otros más que unos– en las urnas. De ahí que, en el caso de los populares, donde por lo visto la corrupción penaliza el doble que en los socialistas, el gran objetivo de Pablo Casado sea mostrar públicamente que su partido se ha renovado. Que quienes ahora lo componen nada tienen ya que ver con anteriores etapas. Si lo está consiguiendo o no es algo que comprobaremos el próximo 28 de abril, urnas mediante.

Lo que no se plantean los que utilizan dicho argumento es que la corrupción se puede combatir. Fundamentalmente por dos vías: la judicial y la interna de los propios partidos, con tolerancia cero hacia quienes metan la mano donde no deben. Si estas dos caminos se siguen a rajatabla, los mangantes lo tendrán mucho más complicado. Y a fe que el primero, el de la Justicia, está funcionando. Lenta, pero inexorablemente. El segundo, ya les digo, estamos todos los españoles en proceso de comprobación, cuan observadores internacionales.

Ahora bien, lo que es bastante más complicado de eliminar, por no decir imposible, es la irracionalidad, la demagogia, el odio, los complejos, el revanchismo. En definitiva, todo lo que representa a la perfección el actual líder de la izquierda española más rancia, Pablo Iglesias. Un señor que por lo visto toma por tontos a todos y cada uno de sus propios votantes. Que tiene un doble discurso indecente. Que azotaría hasta sangrar a una mujer al tiempo que se pone lazos morados. Que duda de la honorabilidad de un ministro por el hecho de vivir en un ático y él se compra un chalet más grande. Que lanza proclamas contra los bancos y el capitalismo y pide una hipoteca inalcanzable para el 90% de cualquiera de nosotros. Que acusa a los medios de comunicación privados de estar al servicio de empresas y partidos cuando lo que querría es poder controlarlos desde su utópico Estado autoritario. Que no tiene pudor en engordar su ya de por sí pudiente nómina con dinero proviniente de países como Irán. Y la última tontería, que vende como un gran éxito cambiar pañales siendo hombre, como si el resto del género masculino español no lo hubiese hecho nunca. Pablo Iglesias ha vuelto. Sabe que Podemos se hunde. Su única opción es recurrir a esos medios de comunicación capitalistas para hacer ruido. Para lanzar mensajes apocalípticos, a ver si alguien se los traga. Así que de aquí a las elecciones lo tendremoshasta en la sopa diciendo bobadas. Pero ya no engaña ni a los suyos.

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