OPINIÓN

Otro paso adelante

El nuevo contrato de Navantia confirma la diversificación de encargos de sus plantas

Navantia hizo ayer oficial un anuncio esperado y conocido: la construcción para la firma noruega Aibel de una subestación de alta tensión que alimentará el campo petrolífero Johan Sverdrup, propiedad de Equinor, conocida hasta hace unos años como Statoil. Los trabajos comenzarán en Puerto Real ... en las últimas semanas del próximo verano. Aunque supone medio millón de horas de trabajo, no es uno de los más espectaculares encargos que ha recibido la industria naval de la comarca. Lo que sí resulta trascendente es que la ingeniería con sede en la Bahía de Cádiz sea capaz de producir y enviar este tipo de grandes plataformas, tanto eléctricas en este caso como antes las de energía eólica que ya funcionan en aguas alemanas del mar Báltico. Sin más números, sin añadir más datos, estos proyectos son un motivo de orgullo y un sello de prestigio que colocan a este sector en la vanguardia europea. Si no lo estuviera, no le encargarían ese tipo de trabajos. El silogismo resulta bastante simple. El hecho de que gigantes como Aibel, Equinor o Iberdrola adjudiquen a Navantia o a otras firmas de la Bahía este tipo de gigantescos transformadores, estas enormes estructuras, suponen la mejor campaña publicitaria para las empresas que trabajan en esta parte del mundo, es el mejor discurso sobre su capacidad y su potencial. No hay mejor forma de favorecer que este tipo de inversiones vuelvan a crear trabajo y progreso en una comarca sedienta de industria, de realidades laborales. Ahora serán 500.000 horas de trabajo directo, con momentos en los que trabajarán 500 personas a la vez. Pero antes fue el parque eólico marino Wikinger que en su día salió de Puerto Real para producir alrededor de 350 kilovatios.

De esta forma, estos tremendos proyectos de alma gaditana no sólo suponen vanguardia técnica e industrial, también significan un avance ecológico que podría convertirse en una esperanza para sociedades y territorios lastrados por la contaminación y el desgaste de los combustibles fósiles. El contrato con Noruega cimenta la diversificación del negocio de Navantia. A la construcción de buques se suma la de este tipo de gigantes. Ya han nacido varios en la Bahía. Las reparaciones de buques diversos, con especial protagonismo de los cruceros que confían una y otra vez en el astillero de Cádiz.

Sumadas todas esas patas, parece crecer la firmeza de un sector naval que estuvo lastrado por los cambios socioeconómicos que trajo la globalización.

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