OPINIÓN

Maurilia

Escribió Calvino: «A veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre»

Uno de los libros más conocidos de Italo Calvino, ‘Las ciudades invisibles’ 1974, describe mediante capítulos breves ciudades inventadas, todas ellas con nombre de mujer narraciones cortas que representan a su vez una reflexión de la ciudad fantástica de la que se trata. «A veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido» (Maurilia). Los libros sobre ciudades representan un género literario, que va más allá de la ficcion sobre nuestra visión de las mismas: las visibles, las invisibles o las desaparecidas como Troya. La literatura ha construido una ciudad universal con pedazos del Dublín de Joyce, la Praga de Kafka, el Paris de Baudelaire o la Lisboa de Pessoa. Relata la Biblia que entre la ofrendas de un Caín agricultor y un Abel ganadero, Dios escoge las de este último, por lo cual Caín es obligado a huir y vivir como un vagabundo fundado más tarde Henoc, la primera ciudad, lugar de culto donde se sitúa el templo. Cultura es el neutro plural del participio futuro del verbo colo que significa cultivar (agricultura) y adorar (culto). También el agricultor Rómulo mata a su hermano Remo para fundar Roma marcando sus límites con una azada.

La ciudades que hoy conocemos se encuentran sometidas a graves amenazas. El encarecimiento de la vida en los centros induce el desplazamiento a la periferia de sus habitantes con menos recursos, deviniendo en lugares carentes de diversidad humana y de actividades, muchas veces dedicados exclusivamente a recibir turistas. La escenografía urbana pensada para deslumbrar a los visitantes produce hastío y no resulta creíble. La excesiva uniformidad social de cada barrio genera la desarticulación del conjunto, su ausencia de identidad y la incomunicación entre sus piezas. La aparición de la arquitectura como bien de inversión entrega el corazón de las urbes a los intereses financieros. No acaba de entenderse que el coche ya es un medio de transporte del pasado, no solo por el espacio que depreda sino más aún por los graves problemas de salud pública que provoca: caminar poco y respirar aire contaminado. Se entiende como modelo de espacio público histórico y aún vigente el ágora griega, un lugar para el comercio y la cultura donde se intercambian ideas y mercancías. Cuna de nuestra cultura democrática, reunía a ciudadanos de todas las clases que allí se desenvolvían con amable libertad. Los espacios públicos del centro urbano pueden servir para convivir, pasear, aprender y jugar. Peatonalizar los centros de nuestras ciudades es solo cuestión de tiempo, cuanto antes lo hagamos mejor viviremos. Una ciudad en la cual todas las personas caminan a cualquier hora es un territorio vivo, un lugar más seguro que aquel en el que circulan los coches, es un entorno más amable y acogedor, queda probado que incrementa la actividad comercial, disminuye la contaminación atmosférica y acústica, y mejora notablemente la salud de la gente. Existen maneras de fomentar la peatonalizacion y la circulación en bicicleta, todo requiere educación y civismo. La ciudad puede servir de escuela, la calle debe volver a servir de aprendizaje para ciudadanos, para arquitectos y para los políticos. El centro antiguo de Cádiz por dimensiones y morfología exige más que ninguna otro su completa peatonalización, el actual equipo de gobierno ha avanzado en esa línea con demasiadas cautelas que tienen su origen en la resistencia de algunos sectores, lo cual no se entiende desde la cultura urbana más elemental.

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