Julio Malo de Molina - OPINIÓN

Matriarcado y feminismo

En la Europa del Paleolítico abundaron las hordas organizadas al modo matriarcal, hasta que las invasiones de los pueblos indoeuropeos introducen una cultura patriarcal

Julio Malo de Molina
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Vladímir Propp (San Petersburgo,1895 – Leningrado, agosto de 1970) fue un erudito ruso dedicado al análisis de los componentes básicos de los cuentos populares para identificar sus elementos narrativos esenciales. Su ‘Morfología del Cuento’ se publica en la Unión Soviética en 1928; y aunque influyó a Claude Lévi-Strauss y Roland Barthes, fue prácticamente ignorada en Occidente hasta que se tradujo al inglés en el año 1958. En lengua española la introduce Editorial Fundamentos en 1974. Muy interesante su análisis de los cuentos ancestrales de tradición oral, narraciones que revelan el carácter matriarcal de esa sociedad de la cual proceden. Como se muestra porque los personajes esenciales del cuento son siempre femeninos: brujas, hechiceras, hadas, princesas y marisabidillas. Según sostienen algunos antropólogos y especialistas en Prehistoria, en la Europa del Paleolítico abundaron las hordas organizadas al modo matriarcal, hasta que las invasiones de los pueblos indoeuropeos introducen una cultura patriarcal.

Aún quedan recuerdos de modos matriarcales en sociedades de la España actual, como la gallega o la vasca. Ciertos escritores socialistas del siglo XIX hablan de ese llamado ‘comunismo matriarcal primitivo’ que desaparece durante el neolítico, mediante el proceso de acumulación de excedentes y la división de la sociedad en clases sociales.

El patriarcado que sustituye al matriarcado primitivo, va a dar lugar al machismo, como forma de someter a las mujeres a papeles sociales secundarios. Para Federico Engels, la explotación más elemental es la que ejerce el hombre sobre la mujer. La reacción contemporánea contra el machismo tiene su precedente en las sufragistas inglesas del siglo XIX. Aunque el referente feminista más reciente tal vez sea la rusa Alejandra Kollontai, defensora de los derechos de la mujer y de la liberación de las relaciones sexuales fue la primera mujer de la historia que ocupó un puesto en el gobierno de su nación. Comisaría del Pueblo para la Asistencia Pública en el primer gabinete tras la revolución rusa de 1917, modificó las leyes que subordinaban a los mujeres, liberalizando las relaciones familiares. Se aprobaron el divorcio y el aborto, y se otorgaron beneficios sociales en forma de salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños. Alejandra Kollontai quedó marginada tras la muerte de Lenin, pasando al servicio diplomático. Fue nombrada embajadora en Noruega y este exilio dorado la salvó, primero de las deportaciones que a partir de 1927 afectaron entre otros a sus compañeros de la oposición de izquierda y más tarde, en la década siguiente, de morir ejecutada cuando, uno a uno, otros antiguos dirigentes bolcheviques corrieron esa suerte.

La referente del feminismo en España ha sido Clara Campoamor, diputada por Madrid en las elecciones de 1931, cuando las mujeres podían ser elegidas, pero aún no ser electoras. Formó parte de la comisión encargada de elaborar el proyecto de la Constitución republicana, en la cual luchó por la igualdad de género. La izquierda, con la excepción de un grupo de socialistas, no querían que las mujeres votasen porque se suponía lo harían a favor de la derecha, influidas por el clero. En el debate final se logró la aprobación del sufragio femenino y así en las elecciones de 1933 las mujeres votaron por vez primera en nuestro país. El pasado 8 de marzo se ha celebrado el Día Internacional de las Mujeres; en una sociedad dominada aún por la herencia del patriarcado no está de más recordar nuestro pasado matriarcal y a las valerosas mujeres que han luchado por un mundo mejor para todos.

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