Hervé en Villa Savoye

La historia de la humanidad está jalonada de acontecimientos casuales y a veces paradójicos que modifican su devenir

La Villa Savoye es una casa sencilla pero no es precisamente una casa cualquiera. La historia de la humanidad está jalonada de acontecimientos casuales y a veces paradójicos que modifican su devenir. Cuando el muchacho Charles-Éduard Jeanneret estudiaba en la Escuela de Arte de La Chaux-de-Fonds, su ciudad natal en la Suiza francófona y calvinista, el profesor Charles L’Eplattenier, excelente pintor figurativo, le aconseja abandonar la idea de formarse como esmaltador de relojes para estudiar pintura y arquitectura. De esta manera, ese joven destinado a dedicar su vida a un minucioso y discreto oficio artesanal va a llegar a ser portavoz de la nueva arquitectura racional y funcional, fraguada a raíz de las experiencias de la escuela alemana de arte Bauhaus, del constructivismo soviético y de la abstracción geométrica holandesa, que conducen a un estilo auténtico, el primero desde el gótico, conocido como Movimiento Moderno.

En 1928 se celebra el primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna en el castillo de La Sarraz, liderado por el maestro suizo que ya había adoptado el seudónimo Le Corbusier, variación fonética de “corbeau”, cuervo en francés, precisamente ese año la familia Savoye le encarga una casa en Poissy, cerca de Paris, en un paraje boscoso jalonado por ostentosas mansiones al gusto ecléctico propio de la época, cuyas opacas fachadas negaban la naturaleza que sus moradores burgueses preferían disfrutar en los cuadros que colgaban en abigarrados interiores. Le Corbusier hace de su proyecto un manifiesto, mediante estilemas que constituyen los cinco puntos del nuevo espíritu: planta libre, cubierta plana, fachada abierta sin función estructural, huecos horizontales y esbeltos pilares cilíndricos que elevan el “piano nobile” de la edificación. En 1964, aun en vida de su autor, la pieza icónica fue declarada Monumento Histórico de la República. Desde entonces se conserva y gestiona por el Centre des Monuments Nationaux, y es lugar de peregrinación académica para arquitectos.

Este invierno la Villa Savoye acaba de albergar la exposición “Geometrías bajo la luz” sobre Lucien Hervé; el fotógrafo húngaro inició una estrecha relación con Le Corbusier en 1949, cuando realiza un reportaje sobre la Unidad de Habitación de Marsella. Al contemplar esas imágenes, el maestro suizo proclama que Hervé poseía alma de arquitecto; a partir de entonces su trabajo se convierte en una herramienta esencial para la difusión de la obra de Le Corbusier y otros maestros del Movimiento Moderno. La poética racional y abstracta de las fotografías de Hervé transmiten profundas emociones, tanto acerca de la arquitectura moderna como sobre la arquitectura popular, que revelan los nexos conceptuales entre ambas. Ha resultado emocionante este encuentro entre las creaciones de dos grandes hombres, las fotos de Hervé en una casa de Le Corbusier levantada veinte años antes de comenzar su relación.

Estructuras metálicas diseñadas para la ocasión se colocaron en las diferentes estancias de la villa, mostrando un viaje por la India, Grecia y España, incluyendo las imágenes de la arquitectura mediterránea y del Monasterio de El Escorial, que formaban parte del encargo de sendos libros que no llegaron a imprimirse en su día y que recientemente ha publicado el Ministerio de Fomento a través de la Editorial Turner, al cuidado del arquitecto Iñaki Bergera. El pasado domingo 23 de febrero finalizó la muestra visitada por un millón y medio de personas. Ha significado una excelente ocasión para viajar de nuevo a París y disfrutar también la exposición sobre el arquitecto vienés Otto Wagner en la Cité de l'Architecture et du Patrimoine.

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