El inusual triunfo de la lógica

Los dirigentes políticos, los representantes institucionales, se resisten a entender. Parece que las urnas hablan en un idioma que les cuesta entender. Reciben mensajes pero los interpretan como números. Les hablan de mesas y creen que les comentan algo sobre sillas y escaños. El entendimiento es obligado. El fraccionamiento de la representación hace que sea forzoso. El mandato de los ciudadanos es así de concreto. Resulta sorprendente que en cuestiones políticas e ideológicas no reciban el comunicado con claridad pero aún más chocante es que tampoco lo apliquen a cuestiones fundamentales como el mercado laboral, como las medidas dirigidas a sectores concretos, como el industrial. En la Bahía de Cádiz, el sector naval fue un pilar social esencial y todavía conserva un peso considerable.

Sus intereses están fuera de los intereses partidistas y los ciudadanos esperan que así lo entiendan todas las fuerzas.

Que el consenso y la unidad de acción saltaran por los aires, otra vez, hace 15 días es absolutamente inexplicable. Tanto, que todas las partes parecen rectificar con cierta velocidad. La Mesa en Defensa del Sector Naval de la Bahía ha decidido renacer, resucitar y darse una segunda oportunidad después del cruce de ataques entre sus representantes políticos durante las últimas semanas. Este foro esencial agrupa a los comités de empresa de los tres astilleros gaditanos pero además incluye alcaldes, diputados y parlamentarios de Cádiz. Ninguno puede tener un interés distinto, ni superior, a la carga de trabajo en Navantia y la industria auxiliar, a la formación, a la ejecución de encargos, al incremento de la capacidad y la eficiencia, a la búsqueda de la excelencia y la rentabilidad social. Por fin, ayer, tras varias jornadas de inservible intercambio de reproches, las partes implicadas suscribieron un documento conjunto mediante el cual se comprometen a cumplir de manera unánime y conjunta con una serie de acciones clave. Se trata de asegurar la viabilidad de los astilleros. Nadie en su sano juicio puede poner sus cuitas, sus acusaciones o incomodidades por encima de un bien colectivo, innegable, sagrado.