OPINIÓN

La gestión que no fue

El enésimo revés en la Policía Local muestra la incapacidad del Gobierno municipal

El rechazo judicial al nombramiento de un subinspector de la Policía Local supone un nuevo revés que cuestiona la gestión política de un departamento esencial –como apenas hay otros– en la administración municipal. La resolución judicial llega a ironizar con el método utilizado y se pregunta dónde estaba la urgencia de la decisión, que pretendidamente justificaba unos métodos que han sido descalificados por los tribunales. Lo más llamativo es que los patinazos respecto a una labor tan sensible como el control de la Policía Local han sido continuos . Desde desautorizar una actuación contra la venta ilegal desde la Alcaldía hasta la alarmante falta de material e, incluso, de personal. Para colmo, ahora llega un nombramiento irregular.

No es un hecho aislado. Para analizar la tarea política de un grupo en cualquier administración, pocos baremos más fiables que sus propuestas oficiales, las que eleva a los órganos legislativos, ejecutivos, según cada caso. En la instancia municipal, ese seguimiento puede hacerse a través de las iniciativas que cada partido eleva al Pleno del Ayuntamiento. El recuento, en el caso de Cádiz, deja un llamativo balance para el principal partido del gobierno municipal: Por Cádiz sí se Puede.

Casi cuatro años después de su llegada a la Alcaldía con apoyo de los restos de Izquierda Unida y del PSOE, resulta que las propuestas a Pleno confirman, con las actas como prueba, que la ideología ha ganado a la gestión, que las posturas han superado a las ideas y los proyectos. Una vez resuelta de forma compleja la configuración del Pleno, se inició un tortuoso proceso de renovación de las empresas, organismos y estamentos municipales que nunca ha dado un resultado de gestión eficaz.

Es la prueba de que una de las mayores dificultades que encontró el movimiento político agrupado bajo el nombre genérico de Podemos tras su llegada a las instituciones se centró en el choque entre la utopía y la práctica, entre el activismo y la gestión real, cotidiana. Los mensajes bienintencionados de los megáfonos suelen convertirse en complejos retos cuando el que gritaba con legítimo derecho –siempre que no use violencia física ni verbal– se ve en el papel de tratar de solucionarlos a través de normas, leyes, burocracia, reuniones e intereses enfrentados.

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