Francisco Apaolaza

The fucking homo sapiens

Ayer, en Tordesillas se le vendió a media España que el toro sobrevivió, pero ‘Pelado’ murió en un matadero

Francisco Apaolaza
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Circula por ahí como el jirón de una nube una corriente que apela a la evolución para pedir que los hombres dejen de comer animales, pues ya no tienen garras, ni colmillos, así que para qué. Algunos científicos, en cambio, opinan que si somos lo que somos es gracias a la carne. La energía de nuestras presas permitieron que tuviéramos un cerebro mayor y que pudiéramos dejar de pastar y dedicarnos a prosperar como los pequeños Nicolás de la escala trófica. Así, en lugar de dedicar el día a buscar comida de poco valor energético, tuvimos tiempo de inventar las herramientas, el fuego, las metáforas, la televisión, la tortilla de papas con cebolla, el toreo, la última fila de los cines, Rajoy en un plasma, Mimi en la buhardilla de ‘La Bohème’ y hasta la Declaración Universal de Derechos Humanos para que la cite Rita Barberá en sus comunicados.

Alguien respondía el otro día en Twitter de que sí, que podemos cazar sin garras ni colmillos porque somos «el ‘fucking homo sapiens’». Toca ahora pedir perdón por todo, hasta por ser humanos. Porque el hombre le puso la pata por lo alto a otras muchas especies y esto ocurrió mucho antes del efecto invernadero y de que López de Uralde demostrara el cambio climático con una foto de un termómetro de la calle en Sevilla. Esta moda de echarse la culpa de todo exaspera como una resaca que no deja dormir, pero todo el mundo tiene derecho a equivocarse, hasta yo y les juro que lo ejerzo con frecuencia, como si fuera a caducar.

El intento de algunos por cambiar nuestra relación con los animales es legítimo, pero con todos los animales; no sólo con lo de los encierros y plazas de toros. La tauromaquia es un espacio en el que se trata del disfrute intelectual en un proceso en el que se dispone de la vida de un animal, aunque la muerte no sea el objeto del disfrute. Esto es exactamente lo que sucede en la gastronomía no vegana. Si el ‘fucking homo sapiens’ puede sobrevivir sin proteínas animales, díganme qué puñetas hace la gente en las carnicerías y las pescaderías. Debe de ser extraño desear que arda Tordesillas como el vertedero de neumáticos de Seseña y después comerse un bocadillo de calamares de los que promociona el antitaurino Ayuntamiento de Madrid o una rodaja de merluza cruelmente extraída del fondo del mar, aplastada en una red con los cientos de cadáveres de sus compañeros y ahogada en la cubierta de un barco en una agonía que puede durar minutos. Toda esa muerte es privada. Dirán que las condiciones de la muerte son otras, pero son las mismas con una diferencia: no se ven.

Ayer, en Tordesillas se le vendió a media España que el toro sobrevivió, pero ‘Pelado’ murió en un matadero a traición de su propia naturaleza combativa, sin posibilidad de defenderse, a oscuras como mueren al año en España dos millones y medio de bóvidos. De esos nadie dice nada nadie, ni esa mujer de la manifestación del Pacma, que se quejaba de que se había muerto un perro de su protectora y nadie la había llamado a dar el pésame y a Raquel Sanz, la viuda de Víctor Barrio, le habían mandado un mensaje muchísimos españoles. Le parecía mal, se entiende

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